Los efectos del alcohol son mayores a medida que envejecemos. | Freepik

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El consumo de cerveza, una de las bebidas alcohólicas más populares, está rodeado de mitos y verdades sobre sus efectos en la salud. Si bien muchas personas consideran que beber cerveza moderadamente es inofensivo, estudios recientes sugieren que incluso pequeñas cantidades de alcohol pueden tener un impacto negativo en el cerebro. El principal problema radica en cómo el alcohol, incluso en bajas dosis, afecta la regeneración de neuronas y la capacidad cognitiva con el paso del tiempo.

A medida que envejecemos, nuestro cerebro se vuelve más vulnerable a los efectos del alcohol, ya que la capacidad del cuerpo para regenerar neuronas disminuye. A partir de cierta edad, generalmente alrededor de los 65 años, los estudios sugieren que beber alcohol podría acelerar el deterioro cognitivo. La cerveza, a pesar de ser percibida como una bebida ligera en comparación con otros tipos de alcohol, no está exenta de este efecto perjudicial. De hecho, investigaciones indican que a partir de los 70 años, el consumo de alcohol debe reducirse drásticamente o eliminarse por completo para proteger las funciones cerebrales.

El principal riesgo asociado al consumo prolongado de cerveza es la aceleración de la pérdida de neuronas, lo que afecta las capacidades cognitivas, como la memoria, el juicio y la toma de decisiones. Con el tiempo, esta pérdida puede derivar en condiciones como la demencia o problemas de deterioro cognitivo leve. Además, el impacto del alcohol en la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y cambiar, se ve significativamente reducido en edades avanzadas.

Aunque la cerveza en sí no causa un deterioro inmediato, el hábito prolongado y la falta de moderación pueden contribuir a la aparición de enfermedades neurodegenerativas. Este efecto no solo afecta a las personas mayores, sino que también puede tener consecuencias a mediano plazo si el consumo es constante a lo largo de los años.

La educación y concientización sobre los riesgos asociados al consumo de alcohol son clave para reducir el impacto negativo en la salud cerebral. La moderación o incluso la abstinencia en la tercera edad podrían ser las mejores estrategias para evitar problemas de memoria o pérdida de capacidades cognitivas. Es importante, sin embargo, que cada persona evalúe su consumo y consulte con profesionales de la salud para tomar decisiones informadas.