La clave del timeboxing está en definir si el bloque de tiempo será rígido o flexible. En un bloque rígido, el trabajo se detiene cuando el tiempo asignado se acaba, mientras que en uno flexible, se permite cierta adaptación, dependiendo de la tarea. Esto permite mantener el enfoque, evitar distracciones y gestionar el tiempo de manera eficiente, ya sea en tareas individuales o en equipos de trabajo.
Según expertos, esta técnica es efectiva para quienes tienden a perderse en los detalles o suelen procrastinar. Al establecer un límite temporal, el cerebro se enfoca en completar la tarea dentro del marco asignado, lo que resulta en mayor productividad y una agenda más equilibrada.
Otro beneficio del timeboxing es que también ayuda a mejorar la calidad de las reuniones laborales. Al establecer tiempos definidos para cada punto de discusión, se evita que las reuniones se extiendan innecesariamente, lo que optimiza el tiempo de todos los involucrados.
Además, el timeboxing promueve el enfoque exclusivo en una sola tarea a la vez, combatiendo la multitarea, que suele disminuir la eficiencia. Para implementarlo, es recomendable desconectar el teléfono y evitar interrupciones, creando un entorno propicio para la concentración.
Si bien puede ser difícil adaptarse al principio, con la práctica, el timeboxing se convierte en una herramienta indispensable para gestionar la agenda diaria y alcanzar objetivos con mayor eficacia. Con esta técnica, las tareas se ejecutan en su debido momento, permitiendo un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal.
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