A través de la picadura de un mosquito se pueden contraer virus y enfermedades. | Simon Kadula

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Durante los meses de verano, es habitual encontrar repelentes de mosquitos en todos los comercios: supermercados, farmacias, tiendas de deporte... Cada vez son más los que buscan protegerse de sus picaduras. Especialmente, con el aumento de las temperaturas debido al cambio climático y la transformación de factores ambientales, el hábitat de estos insectos es mayor que antes. Como consecuencia, la prevención de sus picotazos se ha convertido en materia de salud pública que preocupa a jóvenes, familias y ancianos.

La molestia de los insectos no solo se debe a su ruido, también a la presencia de enfermedades en su organismo. Es más, sus picaduras pueden ser el punto de transmisión de dengue, malaria, virus del Nilo occidental y virus del Zika, entre otras afecciones. Frente a este riesgo, el uso de repelente se ha convertido en muy común, incluso si no se visitan zonas afectadas por los transmisores de esas enfermedades. Sin embargo, el desconocimiento sobre los químicos empleados en la formulación del producto pueden hacer saltar las alarmas.

Los repelentes de mosquitos están hechos para prevenir la picadura de estos, pero no los mata. Su eficacia se debe a los ingredientes activos que contienen. Los más comunes son: Picaridin (Icaridin) y IR3535, estos compuestos sintéticos se consideran los más seguros del mercado, cuyo mecanismo de acción actúa confundiendo los receptores olfativos del mosquitos, haciendo que sea más difícil para ellos picar a la víctima. Estos surgieron como una alternativa al DEET (N,N-Dietil-meta-toluamida), que es más eficaz pero menos seguro para las personas.

Además, en la lista de los ingredientes de los productos anti-mosquitos se encuentran aceites esenciales como el eucalipto, la citronela, el aceite de menta y el de lavanda, todos ellos, se utilizan como repelentes naturales, ya que, se cree que su olor resulta repulsivo para los insectos voladores. Los estudios realizados demuestran que el DEET, el Picaridin y el resto de los componentes mencionados proporcionan un alto grado de seguridad en las concentraciones en las que se comercializan, por lo que no son perjudiciales para la salud.

Incluso en niños, especialmente vulnerables ante las picadura de los mosquitos, se considera seguro el uso de repelente hasta dos veces al día. Por lo general, los efectos adversos son poco frecuentes y se limitan a reacciones alérgicas individuales. Además, en casos de pieles sensibles como dermatitis, se recomienda consultar a un especialista. Por supuesto, consumir estos productos sí supone un riesgo para la persona que realiza la acción, ya que estos químicos se consideran ligeramente tóxicos en caso de ingestión accidental.