Imagen de recurso de un helado.

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El helado es uno de los postres más populares y refrescantes, especialmente durante el verano, pero su historia es tan rica como su sabor. Aunque hoy en día lo asociamos con los conos y tarrinas que disfrutamos en días calurosos, los orígenes del helado se remontan a miles de años, a civilizaciones antiguas que desarrollaron las primeras versiones de este delicioso manjar.

El origen del helado puede rastrearse hasta la antigua China, alrededor del año 2000 a.C. Los chinos elaboraban un postre con una mezcla de arroz cocido, leche y especias que enfriaban en la nieve. Esta tradición fue adoptada y modificada por los persas, quienes durante el Imperio Aqueménida disfrutaban de un refrescante manjar hecho de jugos de frutas mezclados con hielo de las montañas.

Sin embargo, el helado tal como lo conocemos hoy comenzó a tomar forma en la antigua Grecia y Roma. Durante el siglo IV a.C., Alejandro Magno solía disfrutar de nieve endulzada con miel y néctar, y los romanos, bajo el mandato de Nerón, enviaban esclavos a las montañas a recolectar nieve para mezclarla con frutas y jugos. La verdadera expansión del helado en Europa comenzó en Italia durante el Renacimiento. En el siglo XVI, la reina Catalina de Médici, al casarse con Enrique II de Francia, llevó consigo a los chefs italianos que sabían preparar estas delicias heladas. Con el tiempo, este postre se hizo popular entre la aristocracia europea.

El helado llegó a América en el siglo XVIII, donde se hizo especialmente popular en Estados Unidos. Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores, se enamoró del helado durante su estancia en Francia y ayudó a popularizarlo en su país. Hasta el siglo XIX, el helado era un lujo reservado para los ricos debido a la dificultad de obtener hielo. Sin embargo, con la invención de la refrigeración moderna, el helado se convirtió en un alimento accesible para todos, democratizando su consumo y transformándolo en el típico postre veraniego que conocemos hoy.