Vivimos en un barrio poco transitado y cada tarde o madrugada tenemos que soportar a una colección de amos incívicos que vienen a pasear a sus perros para que hagan sus necesidades. Tenemos las fachadas llenas de marcas indelebles de orín de perro. Pero hoy se han traspasado todos los limites dejando, el más incívico de los amos, que su perro orinara en nuestro cubo de basura. Para conocimiento de este señor o señora la ubicación habitual de este cubo está en nuestra cocina y quizá pueda llegar a entender la gracia que nos ha hecho encontrarlo es este estado. Por favor, acostumbren a sus perros a orinar en las fachadas de sus propias casas y luego tráiganlos a pasear a nuestro barrio y serán bienvenidos.