Kairós

Cuaresma y Ramadán

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Una vez preguntó un cristiano a su amigo árabe: ¿Cuál sería la solución respecto a nuestras diferencias o desavenencias? El árabe le respondió: que tú seas un buen cristiano y yo un buen árabe. A vosotros los cristianos os falta convicción y entusiasmo por vuestra fe. A nosotros nos faltan horizontes de ternura y comprensión universal...

El peregrino pensaba: las dos grandes religiones monoteístas, el Cristianismo y el Islam, tienen que abrazarse y complementarse mutuamente aportando cada una su esencia: el Cristianismo la confianza en Dios y el Islam la sumisión a Dios...

El peregrino siguió su camino y se encontró en el bosque con una cruz enorme que despedía luces de resurrección, y clamó ante Jesús: ¿Qué tengo yo, Señor, que mi amistad procuras, Tú que pasas las noches oscuras llamando a mi puerta llena de rocío? El peregrino, llorando se decía a si mismo: loco debo ser, pues no soy santo. En la oración del Ramadán y en la penitencia de los cristianos brillaban luces que pregonaban por todas partes: amor, amor, amor... Y el peregrino gritaba en el bosque: todos navegamos en el mismo barco; o nos salvamos todos o nos hundimos todos.