Amaya Michelena
Amaya Michelena

Jefa de sección (Domingo)

El rayo verde

Una mina

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Hace casi treinta años que se inauguró el Guggenheim de Bilbao, con gran estruendo, y desde entonces todos los alcaldes y gobernantes de España sueñan con convertir cualquier vestigio industrial obsoleto y degradado en un nuevo foco de atracción turística y cultural. El viejo cuento de la lechera. En Mallorca, como llegamos con retraso a casi todo, es ahora cuando se produce la fiebre culturizadora en espacios antaño destinados a usos mucho más provechosos. De la Mallorca industrial apenas queda el recuerdo, pues solo los más mayores llegaron a ver esas chimeneas echando humo, los telares a pleno rendimiento y las minas produciendo.

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Todo eso quedó atrás en la Isla, pero también en el resto de España, que se acopló al maná turístico, al aprovechamiento del sol para la agricultura y a los restos industriales que las potencias europeas nos querían delegar. Cuando yo era una niña, los libros de textos glosaban las excelencias de la economía española, que ocupaba el octavo puesto mundial, con pesca, agricultura, industria, minería… y crecía al siete por ciento anual, pisándole los talones a Japón. Hoy somos el país 18 y seguramente no haremos otra cosa que bajar peldaños ante el empuje irrefrenable de los países emergentes. Salvo que alguien decida tomar las riendas, dejar de depender de que nos visiten cada año más millones de turistas y recuperar el esplendor desvanecido. Ahora resulta que nuestro subsuelo contiene las mayores reservas de litio de Europa y algunas de las materias primas críticas por las que medio mundo anda peleando, además de cobre, plomo, zinc y magnesita. Pero confiamos en el turismo, en los centros culturales, en los bares y restaurantes para generar riqueza.