Con el título original «Imperial Grunts», Robert Kaplan1 dedicaba emocionado, respetuoso, cercano, un magnífico ensayo, a los marines estadounidenses muertos o heridos en los combates de Faluya, Irak, en abril de 2004. Eran otros tiempos. Entonces, ya adelantaba que americanos y europeos no compartían una misma visión del mundo. En la importantísima cuestión del poder (su utilidad o su moralidad) se habían separado aún más, si es que alguna vez coincidieron. «Mientras la UE defiende que sea el estado de Derecho y no la fuerza bruta, quien decida como se gobierna el mundo, los EE.UU. ven el mundo como un lugar anárquico y violento en el que a veces la única forma de resolver los problemas internacionales, es demostrando quien manda, sin descartar el uso de la fuerza» escribía a su vez Robert Kagan2 el también tratadista americano, que nos recordaba aquel viejo dicho: «En cuanto se tiene un martillo, todos los problemas empiezan a parecer clavos; pero las naciones con escaso poderío militar, corren también el peligro inverso: si no se tiene un martillo, no se quiere ver nada que se parezca a un clavo».
El problema no es nuevo, dice Kagan. Madelaine Albright pasó por ser «la primera Secretaria de Estado en la historia de los Estados Unidos, cuya especialidad diplomática consistía en sermonear a otros gobiernos, emplear un lenguaje amenazante y jactarse sin ninguna gracia del poder y la virtud de su país».
Zelenski en la televisada reprimenda, pagaba pecados de muchos, durante mucho tiempo. Ni De Gaulle ni la «ostpolitik» que lucharon en pro de una unidad militar, consiguieron que una Europa preocupada por la economía y el bienestar, también se preocupase por su propia defensa. Sus iniciativas solo sirvieron para conservar el honor y cierta libertad de acción. Poco más. Cuando Francia ya en 1958, se negó a poner su flota del Mediterráneo a las órdenes de la OTAN y se retiró finalmente de su mando integrado en 1966, no lo hizo por antiamericanismo. De Gaulle era más que consciente del esencial apoyo americano durante la Segunda Guerra Mundial. Lo hizo, porque entendía que Europa no podía delegar su seguridad en un país externo y porque intuía que, en una guerra nuclear, Washington no sacrificaría Nueva York o Filadelfia por defender a Paris o Berlin. De ahí su iniciativa de crear una propia capacidad nuclear, su «force de frappe», iniciativa que también asumió el Reino Unido. Otras propuestas tampoco prosperaron. Churchill y Pleven, durante la crisis de Corea, ya plantearon unir esfuerzos. La UEO3 nacería en1954 con vocación de integrar contingentes militares nacionales bajo mando de la OTAN. El mismo Tratado de Cooperación franco alemán de 1963, ya preveía integración de sus fuerzas como núcleo duro de un futuro ejército. El hoy testimonial Cuerpo Europeo.
El final de la Guerra Fría no hizo más que ahondar la ya profunda sima que desnivelaba el poderío europeo respecto al estadounidense. El hecho de que el 11-S los americanos sintiesen en sus propias carnes los efectos de una guerra, les hicieron aún más conscientes de su papel de policía universal. Dos océanos habían resguardado a sus ciudades del efecto de las guerras mundiales, salvo la externa Pearl Harbor. Y ya sabe el lector como reaccionaron.
Intuyo lo que opinan hoy Robert Kaplan (»nos dirigimos a aguas desconocidas») y Kagan sobre la postura de su Presidente. Como puedo imaginar lo que opinan muchos militares americanos que conozco. Imagino sintieron la vergüenza que sentí yo el viernes 27 de febrero, al presenciar aquella encerrona bufa en el Despacho Oval, más propia de los Carnavales de Cádiz, que del lugar en que se decide -salvo Clinton con traje y su becaria- la política internacional. La tragedia de una guerra, el respeto a muertos, heridos y prisioneros, incluidos rusos y ucranianos, merecían que el tema fuese tratado en la confidencialidad de un despacho, con respeto a las más elementales reglas de la diplomacia y el Derecho Internacional. Responsabilidad y respeto, que llevarán seguramente a Zelenski a asumir condiciones.
Hoy jueves 6 de marzo, nueva cumbre en Bruselas a las que seguirán muchas más. Difícil recomponer en semanas décadas de desarme, conformadas en aquel fatídico «ellos preparan la cena; nosotros lavamos los platos».
Como señala el teniente coronel Vindman4: «Trump comparte con Putin la idea de que solo los más fuertes tienen derecho a la soberanía y todos los demás son piezas de cambio y de conquista». España debe tomar nota: los fosfatos norteafricanos y las tierras raras ucranianas.
Aunque insuficiente, Indiscutible prestigio moral ganado por Zelenski, sereno ante los vergonzosos «gruñidos imperiales» de Trump y Vance. Su vida corre indiscutible peligro; pero si yo fuese el jefe de seguridad de Trump, estaría seriamente preocupado.
1 Ediciones B. 2007
2 «Poder y Debilidad» Taurus. 2003.
3 Unión Europea Occidental
4 Responsable de Ucrania en el primer Consejo de Seguridad Nacional presidido por Trump. Destituido al finalizarlo.
* Artículo publicado en «La Razón» el jueves 6 de marzo de 2023