Casi podría decir con certeza que la primera vez que oí la palabra ‘impostor’ fue en alguna película americana de misterio o de detectives. Puede que incluso fuera una película del Oeste. Incluso recuerdo haber jugado también a descubrir o a adivinar quién era el impostor cuando lo había. Esto da para mucho, desde luego. Y la historia nos ha dejado a numerosos grandes impostores, como por ejemplo la enorme cantidad de falsos supervivientes del «Titanic» o el de mujeres que se hicieron pasar por hombres para luchar en guerras o los falsos aspirantes a algún trono. Sí, lo del impostor es algo frecuente. Muy frecuente y muy literario, diría yo. Cada día podemos oír a auténticos farsantes que reconocen serlo al intentar hacer algo para lo que no están especialmente dotados. En nombre de un síndrome que ya llega a ser cansino, el del impostor, estamos asistiendo a toda una serie de estafas e imposturas muy justificadas.
El arte de la impostura
05/02/25 4:00
También en Opinión
- Brutal agresión de un menor a un gato en un parque de Alaior: la Protectora pide ayuda
- El exgerente del restaurante Way de Maó, que se halla en busca y captura, aparece en Bangkok
- La banda de ‘narcos’ que traía cocaína a Menorca admite los hechos y podría eludir la prisión
- Denuncian por amenazas a cinco personas que increparon a la madre del menor que pateó a un gato
- «Gracias a todo el equipo de Paliativos por existir; sin ellos todo era más oscuro, más difícil, con más peso»