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El pasado 25 de enero se inauguró en la sala municipal del Roser, en Ciutadella de Menorca, la exposición de Sant Antoni titulada «Vivó Torrent, dues generacions, dues visions», dedicada a la artista Carmen Vivó y a su hijo, Pepe Torrent, nieto de José Roberto Torrent, el celebrado pintor postimpresionista. La exposición permanecerá abierta hasta el 22 de marzo y luego viajará a Maó. Se trata de una iniciativa del Consell Insular que cada año se suma a los actos celebrados en torno a la festividad de Sant Antoni. La exposición es exhaustiva, la componen muchísimas pinturas y dibujos de ambos artistas, y algunas obras se han realizado a cuatro manos, una colaboración difícil entre dos estilos, por un lado, el naíf colorista de Carmen Vivó y por otro el figurativismo casi surrealista de su hijo.

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Una vez más se constata la creatividad de Carmen Vivó, y también las horas de trabajo acumulando multitudes en sus telas y soportes de madera, a veces con indicación del nombre de los personajes representados, algo que añade autenticidad. Pero la autenticidad no está en la realidad de la gente que allí aparece, sino en la imaginación de la pintora que los reúne, los coloca en actitud familiar, los carga de cariño en su visión propia. Ahí es donde reside la autenticidad, en la visión del artista. Entonces la muchedumbre que asoma a los cuadros no es ya gente conocida o desconocida, es simplemente Carmen Vivó. Esa es la grandeza de un artista.

Pepe Torrent Vivó heredó esa dosis de imaginación y autenticidad. Pese a su juventud poseía ya un estilo propio y no se arredraba ante ningún desafío, no hacía concesiones a su propia concepción del arte. Sus figuras deformadas, sus paisajes fantasmagóricos desafían al espectador con su sinceridad, con la maestría del dibujo, con la fuerza expresiva de colores y sombras sin doblegarse ante el gusto manido popular que exige visiones agradables, paisajes relamidos, barquitas y demás. No, Pepe Torrent Vivó pintaba lo que le salía de la imaginación, sabía que tenía toda la vida por delante –y toda la muerte también— para que su obra fuera apreciada y aceptada. Lo malo de adaptarse a los gustos reconocidos es que el éxito, aunque a veces fulgurante, es caduco, muere con el tiempo porque no tiene otro fondo que la voluntad de agradar. En cambio, lo que tenía Pepe Torrent Vivó era voluntad de pintar y de hacerlo bien, en consonancia con su propia visión de la realidad. Enhorabuena a los artistas y a los organizadores.