Ni siquiera es el fin a quince meses de guerra lo previsto por el alto el fuego a partir del domingo, pues las tropas israelíes seguirán sobre el terreno, aunque replegadas a zonas convenidas. Pero ni la expectativa de cuarenta y dos días de paz, ya superado el frenazo por un desacuerdo de última hora entre las partes, había suavizado la ofensiva a sangre y fuego del Ejército israelí sobre esta especie de presidio a cielo abierto, como alguien lo ha denominado, que es la franja de Gaza. Mientras medio mundo celebra el anuncio de la tregua, el saldo nos dejaba cien muertos más del lado palestino. Y algunos hacíamos cuentas y nos hacíamos cruces ante los primeros detalles del acuerdo que se iban conociendo. Por ejemplo, el canje de 33 rehenes israelíes en manos de Hamás por 1.000 prisioneros palestinos en manos de Israel. Los medios crepitaban de reacciones sobre las dudas de última hora, se especulaba sobre la causa de esas dudas (calendario y zonas del repliegue, verificación de listas de rehenes vivos o muertos, etc), celebrábamos el parón de la maquinaria bélica, el fin de las colas del hambre en Gaza y cuando todos hablábamos del cruce de recíprocas acusaciones sobre el retraso del acuerdo (poco más de veinticuatro horas de suspense), nadie reparaba en la escandalosa desigualdad de cotización de un ser humano en el mercado de la negociación entre dos bandos enfrentados en una no menos desigual confrontación bélica.
la columna
Difícil paz en Gaza
19/01/25 4:00
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