El reciente arresto de María Corina Machado no es solo un acto desmedido, sino un emblema del miedo de Nicolás Maduro a una Venezuela libre. La líder opositora, elegida como voz de esperanza por millones de venezolanos, ha sido tratada como una amenaza por un régimen que teme más a la verdad que a las armas. En las horas críticas del 9 de enero, mientras los venezolanos clamaban por justicia, Maduro optó por la represión, con palabras tan miserables como edadistas, calificando al presidente electo Edmundo de «viejo». En sus burlas y discursos, el dictador no hizo más que confirmar su analfabetismo moral y político.
La valentía de María Corina Machado es, sin embargo, un recordatorio de que el espíritu de la libertad no puede ser encarcelado. Su arresto, el intento de silenciarla y encerrarla en el Helicoide -ese siniestro símbolo de tortura y muerte en Venezuela- no apaga su voz, sino que la amplifica. Ella encarna el verdadero feminismo: no un lema vacío, sino la lucha constante por la dignidad y los derechos fundamentales.
Mientras tanto, desde Europa y, en particular, desde España, el silencio resuena más fuerte que las palabras. El ministro de Exteriores español se ha limitado a declaraciones tibias e insuficientes, un reflejo de la política exterior de un gobierno que ha preferido la equidistancia y la complicidad a la defensa de la democracia. Es lamentable que, mientras líderes como Gabriel Boric tienen el coraje de llamar dictadura al régimen de Maduro, Pedro Sánchez y su gobierno sigan optando por la indiferencia calculada.
Recordemos las palabras de Josep Borrell el pasado 24 de agosto, cuando afirmó: «De aquí al 10 de enero hay tiempo». No lo había. En Venezuela, el tiempo se mide en vidas perdidas, en muertos, en presos políticos como el yerno del presidente electo. ¿Cuánto más tiene que suceder para que la comunidad internacional despierte? ¿Qué más atrocidades tienen que cometerse para que los gobiernos democráticos, comenzando por el español, dejen de mirar hacia otro lado?
Lectores, apelo a su responsabilidad y a sus conciencias. No olviden que también dijeron de Alexéi Navalni –el líder opositor a Putin y a favor de la legalización del matrimonio homosexual–, que era «demasiado conocido, demasiado importante» y que «no se atreverían». Hoy Navalni es un símbolo de lo que ocurre cuando el mundo cierra los ojos ante la tiranía.
María Corina Machado, como Navalni, es demasiado valiente, demasiado importante. Por eso intentan callarla. Pero no lo conseguirán.
Viva María Corina Machado. Viva Venezuela. Viva la libertad.