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Se produjo lo que muchos pensaban que era difícil: el ascenso a la presidencia de Estados Unidos de Donald Trump. Y, más aún: el tándem con Elon Musk, otro magnate desquiciado. ¿Qué claves debemos observar en este mandato que en pocas semanas se va a iniciar? En estos momentos, se dispone sobre todo de las declaraciones del propio Trump en la campaña electoral y en sus primeros discursos como electo. La vacuidad de sus formulaciones de carácter social y político no puede hacernos perder la visión de las posibles propuestas económicas y geopolíticas que encierran los argumentos del magnate neoyorquino. ¿Qué puede deparar el mandato de Trump?

De entrada, el objetivo de un proteccionismo económico, mucho más acentuado que el ya existente en determinados sectores de la economía americana, como es el agrícola. Trump, que no proviene precisamente de ningún campus universitario ni de un prestigioso bufete de juristas, ha afirmado que va a conseguir empleo para los americanos que se sienten amenazados por el avance de la población inmigrante; que va a consolidar sus puestos de trabajo a los que lo tengan, sin temor a que puedan arrebatárselos los extranjeros; que va a impulsar medidas para desarrollar la producción nacional; y que, en definitiva, va a penalizar la entrada de mercancías foráneas. De ahí sus declaraciones hostiles hacia los tratados comerciales, vistos como caballos de Troya hirientes para la industria estadounidense. Esto puede comportar políticas arancelarias severas con las mercancías europeas y asiáticas, dos áreas prioritarias del comercio de Estados Unidos. Lo que, a su vez, generará tentaciones recíprocas en los países afectados, hecho que sin duda acabaría por ralentizar las transacciones mercantiles. Los mensajes de campaña hacia la población blanca sin formación obedecen especialmente a ese pretexto, a esa línea de actuación: un orgullo patriótico, productivo, que lamine lo externo, observado como intrusismo que desindustrializa, que provoca decrecimiento, paro y bajos salarios.

La presidencia de Trump supone el acendramiento de una crisis que va más allá de la economía: es la consolidación de una crisis política y social. Los preceptos neoliberales, dominantes desde los años 1980, han consolidado un discurso muy conservador en las políticas económicas públicas y procesos de des-regulación que han salpicado todas las economías del mundo, con resultados negativos precisamente en la esfera social. Y con crecimientos económicos limitados, en el ámbito de la economía productiva; mientras han sido de gran relevancia en las vertientes más especulativas (crisis de las empresas tecnológicas en 2000; y de las subprime desde 2007).

La traslación de todo esto a Europa no se hará esperar. Trump ha dado alas a sus homólogos antieuropeos, teñidos de un nacionalismo parecido del que presume el mandatario norteamericano. Bajos salarios, trabajo precario, poco interés hacia estos problemas por parte de las élites europeas, he aquí el caldo de cultivo perfecto para este virus pretendidamente antisistema, que no hace más que reforzarlo. El negacionismo extremo.