Aprovechemos lo que queda de 2024, que son dos días. El año que viene, de rima fácil y desenlace incierto, será todavía más frenético que el que da sus últimos coletazos. Han pasado muchas cosas a lo largo de estos 366 días, año bisiesto. La mayoría no las recordamos, ya que la información es fugaz y una noticia tapa muchas otras. Ordenamos el tiempo de diversas formas, porque si no resultaría todo caótico. No sabríamos si fue antes el huevo o la gallina. Cualquier cosa sería igual de importante. Damos significado a lo que parece absurdo, fortuito, insignificante.
Guerras en curso o por venir, descubrimientos espectaculares, innovaciones tecnológicas, crisis políticas, accidentes, logros deportivos, movimientos migratorios, desigualdades en aumento, cambios sociales… Es difícil hacer un resumen sin dejarse nada o hacer una previsión y acertar en algo.
Despidamos el año en familia, con los amigos, acompañados. La soledad involuntaria es terrible. En este mundo hipertecnificado, supercomunicado, globalizado, hay gente que no tiene nada o que lo ha perdido todo. Cuando llegue el año nuevo, sigamos soñando y trabajando por un mundo mejor, más humano, y por un futuro prometedor para las nuevas generaciones, para los mayores, los oprimidos, en fin, un mundo en el que sea posible convivir en paz.
Si no somos capaces de hacer examen de conciencia, resultará imposible tener ningún propósito de enmienda.