«Si se hiciera una taxonomía de la población interesada por el fútbol sus extremos estarían ocupados, de un lado, por aquellos que estiman el fútbol como un espectáculo (son los espectadores) y, de otro, quienes lo viven como ceremonia-acontecimiento (son los forofos). Entre estos lindes habita la larga especie del aficionado» (Vicente Verdú. «El fútbol, mitos, ritos y símbolos» Alianza Editorial 1980).
El fútbol, sí, una afición ¿o quizás una religión?, como apunta el que fuera afamado entrenador Bill Shankly: «El fútbol no es un asunto de vida o muerte. Es algo mucho más serio», o el dictamen de Kevin Keegan, el no menos legendario internacional inglés a quien tuve el honor de acompañar un fin de semana en la isla en los primeros setenta del pasado siglo junto con el añorado amigo Biel de Musuptà, quien oficiaba de traductor; decía Keegan: «El asunto más difícil es encontrar algo para reemplazar al fútbol porque no hay nada…».
Si incursiono hoy, entre festivos, en el tema futbolero es porque acabo de recibir el número de diciembre de la revista de la «Associació Històrica Futbol Menorquí» que amable y regularmente me envía su alma mater Paco Perea y que me trae hermosos recuerdos de tiempos gratos, cuando Menorca y Unión eran grandes que se codeaban con acreditados equipos de la península y, sobre todo, de la década prodigiosa del Sporting Mahonés de Gaspar Melsión/Vicente Engonga, la auténtica época de oro del fútbol mahonés.
¿Y por qué escribo de fútbol en vez de hacerlo sobre pirámides de luces de colores, regalos a mansalva y otras pompas navideñas? Pues, como he dicho más arriba, por el recordatorio del incombustible Paco Perea, y por el hecho de que dentro de unos días los aficionados futboleros no forofos tendremos el legendario Boxing Day, un festival de partidos en sesión continua durante las fiestas navideñas y concretamente en sa segona festa. Pura gozada.
Pero hay otra razón de esta deriva futbolera del dietario, quizás la más decisiva: Estoy cansado, muy cansado, harto de koldos, begoñas, fiscales generales y particulares, jueces que indagan a las bravas a ver si encuentran algo-, oscuros empresarios mecidos en la cuna de las cloacas del estado... Es una sobredosis insoportable, como la de frases pretendidamente ingeniosas de la factoría de MAR, el estratega en jefe de la inefable señora Ayuso…
...Derogar el sanchismo por tierra, mar, aire y togas: ¿de verdad alguien se cree el mantra de que esta es la mejor manera de quitarse el denostado sanchismo de encima? Las sobredosis son siempre nocivas y puede que hasta contraproducentes. ¿Y si, además de vociferar, trataran de plantear razonables alternativas políticas, sociales y económicas?
25-XII-24 miércoles
Dia de Nadal: Turrón de yema de Montse del Turronero, brou amb galets i bullit amb carn d’olla, un tinto de Matarromera, sobremesa de polvorones y «Qué bello es vivir» de Frank Capra, James Stewart y Donna Reed, una acaramelada pero insustituible película en la sobremesa navideña que puede silenciar al cuñadismo propio de estas celebraciones.
27-XII-24 viernes
Cap d’any… «¿Cuánto tiempo podré mantener esta estúpida sonrisa?» (Woody Allen en «Broadway Dany Rose») Y es que no puedo evitar pensar en la dignísima Gisèle Pelicot, la bestialidad machista llevada a su cénit, o en el atropello asesino de Magdeburgo.
Lo mejor del cap d’any es la mañana post, como el famoso cigarrillo idem, en ambiente silencioso, solo receptivo al Concierto de Año Nuevo y a los buenos propósitos, y en vías de superación de las sobredosis de turrones, cava, películas y sobre todo sin tertulias porno-políticas. Amén.