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El acoso y derribo es una prueba que se practica en el campo de la cabaña brava española y es hoy en día una práctica aberrante en el mal estilo de hacer política parlamentaria con el agravante añadido de que en el acoso y derribo de la política, todo vale. Al que piensa de forma diferente hay que acosarlo continuamente sobre todo si está gobernando, partiendo del hecho que una cosa es la convención ideológica y otra muy distinta es el cálculo electoral con el que cuentan siempre en sus acciones los políticos. La dinámica argumental de la política actual no está basada en facilitar la convivencia ciudadana sino en perpetuarse en el poder o en alcanzarlo a toda costa. Lo de la ética verbal es una cualidad desconocida.

La clase política debería ya de saber que la justicia debe priorizar la utilización de los recursos básicos disponibles antes que permitir la egoísta manipulación tanto del gobierno como de la oposición. El político/a de raza con verdadera categoría, debería huir como del covid de la rumorología tóxica, la descalificación absurda, a veces soez, el lenguaje arcaico, bebiendo en la misma arqueología política de un pasado decimonónico. Hay políticos a los que les da lo mismo el tiempo de los verbos y se manejan en lo que pasó ayer, lo que está pasando hoy o lo que va a pasar mañana por más que ejercer de oráculo desde la tribuna de oradores del Congreso, precise contención y mesura, materias de la oratoria de la que algunos/as, carecen.   

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2 Querer mandar a casa al presidente del gobierno por presuntos casos de corrupción de familiares es el pobre recurso de los que no tiene recursos. Decir que «el gobierno de Sánchez puede ser considerado como el más relacionado con casos de corrupción de la historia de España» es un homenaje a la estupidez de una oposición que no sabe ejercer de lo que ahora le toca. Si se acepta esta acusación constante, se puede acabar por deslizar el voto libre por el tobogán de las pesadillas de un voto enloquecido donde siempre hay un «nota» del mismo partido desenterrando la quijada de un borrico. Algunos que ejercen sin serlo, el noble oficio de político/a creen que sus credenciales de diputado/a les da derecho para practicar su verborrea tóxica como si estuvieran fumigando un campo de coles para matar las orugas.

Cuando se utilizan argumentos en política que la moral rechaza, la política se envilece porque valerse de argumentos amorales para beneficiarse es una inmoralidad que la sociedad rechaza. No es para eso para lo que se paga a tanto político    y lo que se paga. Algunos parecen muy satisfechos en su quehacer al auto valorarse en el oficio de propagar bulos y relatos que sitúen al gobierno como el enemigo número 1 de la sociedad.

Me parece perfecto ejercer la oposición porque además estimo que es necesaria, pero sin utilizar la mentira, el bulo y la ofensa como arma para echar un gobierno legalmente constituido. Si la verdad es tan descarnada como algunos afirman, lo que hay que hacer es demostrarlo y que el votante, que es el que pone el dinero, que decida en conciencia; pero querer gobernar a cualquier precio no está, o no debería estar, permitido, ni al gobierno ni a la oposición a la que se le está haciendo muy larga la situación en la que están precisamente por haber ejercido el poder «haciendo mangas y capirotes»: Lo malo es que ejercen la oposición, poco más o poco menos, de la misma manera. El atajo de la ofensa y la descarada acusación no son el mejor camino para recuperar el poder perdido. Si «con la que está cayendo» no alcanzan algunos el poder, deberían hacérselo mirar. Mientras tanto sepan que la ofensa no les califica al destinatario, si no al que la ejerce.