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Me pasa muchas veces: al cruzar el jardín de la casa de sa Vileta, convertida en la 7ª misión juniperiana en Mallorca, o al entrar en la finca de Son Homar, convertida en la 6ª misión juniperiana, me asalta la experiencia de sentirme muy amado por Él, Padre y Creador del universo. Cuando estoy ya más cerca de los 90 que de los 80 años de edad, me siento como un peregrino que al recordar todos los caminos andados me detengo a considerar cuánto trabajo y cuántas combinaciones ha tenido que hacer mi Padre Dios para llevarme a este momento en que me encuentro ahora, lleno de un inmenso agradecimiento a mis dos puntales, Jesús y María, que llevo clavados en mis entrañas, en el atardecer de mi vida que quiere afrontar con ‘juventud’ e ilusión lo que me queda por delante si Dios quiere. Con este ‘descaro’ y sin pizca de rubor por declarar intimidades me declaro enamorado de Él y de Ella, (Yeshua y Miryam) mis valores supremos de los cuales me siento enormemente orgulloso y agradecido, sin poder adivinar por qué me ama tanto mi Dios. Una prueba de este amor han sido las nueve misiones juniperianas que Él me concedió realizar…