TW

Para abordar cómo la charocracia puede aplicarse al contexto español bajo el liderazgo de Pedro Sánchez, hay que observar ciertas características y decisiones políticas que reflejan aspectos autárquicos y de resistencia a la pluralidad que conforman su particular forma de charocracia y que van desde la centralización de decisiones hasta el control de discursos. Pedro Sánchez ha consolidado un estilo de gestión que prioriza la estabilidad de su propio poder, incluso cuando eso implica limitar la diversidad de voces políticas y mantener una visión unilateral de país.

Así pues, bajo su liderazgo, Pedro Sánchez ha promovido, como uno de los rasgos más característicos, la centralización del poder en torno a su figura y su partido. Esta tendencia se ha manifestado en la resistencia a los contrapesos propios de un sistema democrático, como la independencia judicial y la autonomía de ciertos organismos de control. Para ello, ha promovido reformas que tienden a concentrar el poder, como los intentos de modificación en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el órgano encargado de supervisar el sistema judicial en España. Estas acciones pueden interpretarse como una forma de charocracia, ya que tienden a minimizar la intervención de instituciones básicas, en un estado democrático y de derecho, que pudieran cuestionar o limitar las decisiones del gobierno.

Aplausos sin réplica. Foto: RTVE.ES

Otro de los aspectos a destacar, en el contexto del gobierno de Sánchez, se ha visto en el esfuerzo notable y constante por controlar la narrativa pública y dar forma a la percepción social mediante estrategias de comunicación que consolidan una única versión de los hechos, la que a él le benefician. Este control de la narrativa se observa en la relación con los medios de comunicación, donde el gobierno ha sido acusado de establecer un ambiente de clientelismo y de favoritismo hacia ciertos medios afines y de criticar a los medios que cuestionan sus políticas, calificándolos de seudomedios, generadores de bulos y artífices del fango informativo.

Además, la reciente creación de leyes de censura en redes sociales, enfocadas en controlar la difusión de información en línea, ha sido criticada por sectores que ven en estas medidas una herramienta para silenciar la disidencia. Este enfoque representa una inclinación hacia la charocracia, al limitar la capacidad de debate abierto y plural.

También, otra de las características propias de la charocracia es cuando los líderes colocan la estabilidad de su poder y de su partido por encima del bien común o del interés general. Este hecho es un caso típico de la política de Pedro Sánchez, y es que, como se ha señalado de forma reiterada, las alianzas políticas y la toma de decisiones parecen estar enfocadas en asegurar su continuidad en el poder, aunque eso implique pactos con sectores que representan posiciones muy divergentes, tales como comunistas, bilduetarras, independentistas o nacionalistas, que buscan modificar la estructura del Estado y cargarse la propia constitución del 78, junto con la monarquía parlamentaria.

Esta tendencia de gobernar en base a alianzas circunstanciales para consolidar su partido en el poder puede interpretarse como charocracia en la medida en que utiliza recursos estatales y decisiones legislativas para perpetuar su mandato. Es más, la estructura política bajo mandato de Sánchez ha mostrado resistencia y parsecucion a las voces de disidencia, incluso dentro del propio Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Leguina, Paco Vázquez, Redondo Terreros, Tomas Gómez... solo son algunos de los ejemplos.

Es así como los mecanismos de control interno y la escasa apertura a opiniones disidentes dentro del partido han llevado a una homogeneización del discurso político en torno a la figura de Sánchez, limitando la pluralidad de opiniones. Esta uniformidad de visión, característica de una charocracia, reduce la posibilidad de autoevaluación y minimiza la presencia de ideas renovadoras, tal como ya ha manifestado el propio Felipe González.

También hay que considerar que, en lo que va de mandato, el gobierno de Sánchez ha promovido varias leyes y normativas que han restringido el acceso y la libertad en áreas críticas para el equilibrio de poderes y para la ciudadanía en general. Desde la Ley de Memoria Democrática, la nueva composición del consejo de administración de RTVE, la ley de seguridad ciudadana, hasta regulaciones en el sector de la educación, la orientación del gobierno ha sido consolidar un marco legislativo que refuerce su visión ideológica, reduciendo el margen para otras interpretaciones o modelos. Esta tendencia a regular la ideología y la memoria histórica se alinean con una forma de charocracia, al suprimir puntos de vista que pudieran ofrecer una perspectiva diferente y menos centralizada.

En conclusión, aunque la charocracia suele asociarse a gobiernos conservadores, el caso español, bajo la presidencia de Sánchez, muestra como también en la izquierda en España desarrolla un sistema que prioriza el control, la centralización, y una cierta autarquía en la toma de decisiones, limitando la pluralidad y la diversidad de opiniones. En este caso, la charocracia se manifiesta no por una ideología específica, sino por el estilo de gobierno que prioriza el mantenimiento del poder sobre un sistema de control y sobre la apertura a voces disidentes. Desde la caída del muro de Berlín sabemos que, la charocracia, donde mejor ha funcionado es en los países de régimen totalitario y de ideología comunista y socialista. Vivir para ver, como diría Alfredo Amestoy.