A pesar de la desazón que pueda causar por pura coherencia la lentitud en sustanciar causas judiciales, en algunos casos hay que añadir el agravante del penoso ejemplo del agravio comparativo. Lo del señor Zaplana creo que es un pésimo ejemplo y no es porque el personal tenga el «pelo muy fino», es más bien por tener que volver una vez más a lo de siempre de que «todos somos iguales ante la ley». A la mayoría de inculpados ya les vendría de gusto ser judicialmente tratados como Zaplana.
En su etapa de exministro y expresidente de la Generalitat valenciana, le han rondado los casos del choriceo al por mayor de los llevados a cabo cuando ostentaba desgraciadamente estos cargos. Digo desgraciadamente porque a los políticos honrados les tiene que repugnar las corruptelas de Zaplana.
Estos días ha sido por fin condenado nada más y nada menos que a 10 años y 5 meses de cárcel a cuenta de sus delitos de «prevaricación, cohecho, falsedad y blanqueo de capitales» y por el cobro de mordidas en el llamado caso Eriel. Pero no vayan a pensar una cosa por otra, de momento la sentencia no es firme y no lo será (si es que algún día llega a serlo) hasta dentro de varios años porque el recurso que cabe esperar (quizá ya se ha producido) ante el fallo, es ante el Tribunal Supremo.
Mientras tanto decía un titular periodístico «la Audiencia de Valencia programa una vista para DECIDIR sobre el futuro de tan ilustre condenado». ¡Pero almas de cántaro! Si después de años y años de lidiar con los imponderables judiciales, si ha sido juzgado y sentenciado a 10 años y 5 meses de cárcel, no veo otra decisión lógica que no sea meterlo en la cárcel que es donde debería ya de estar aunque solo fuera para atajar el mal ejemplo que da a los que como él no acuden a la política para hacer política sino para valerse del cargo que la política les otorga para desde ahí enriquecerse a manos llenas. Ahí es donde la política actual hace aguas y no precisamente aguas menores porque la política debería de ser beligerante con los ‘Zaplanas’ y dictar sanciones judiciales más severas ¡y por todos los santos del cielo, mucho más rápidas! Al personal no se le alcanza que para cumplimentar un sumario y tener una sentencia firme, se tenga que pasar una pila de años y ya digo, además no se sabe el tiempo que habrá que esperar hasta que la sentencia sea firme. Hay gente que se muere en el transcurrir de tan dilatadas prerrogativas judiciales.
Por cierto, fíjense qué premonitorio lo que dijo Zaplana de lo que luego sería su paso por la política: «tengo que ganar mucho dinero, me hace falta mucho dinero para vivir». ¡Toma y a quién no! Pero mire usted, no se puede conseguir robando por más que algunos cuando roban creen que eso que roban no es robar. Me pregunto de dónde sacará el dinero este hombre para pagar la multa de más de 25 millones de euros que le va aparejada con los 10 años y 5 meses de cárcel.
Salvo sorpresa cuando me entere que Zaplana está en la cárcel, me lo creeré. En cualquier caso no me digan que la sabiduría popular no le tiene bien cogidos los puntos a los corruptos. «Dios nos ponga donde haya, que de coger ya nos cuidaremos nosotros». Después de haber dicho Zaplana que necesitaba mucho dinero, jamás debió de haber sido sometido a la tentación de aforar millones de dinero ajeno y encima sin dar ni puñetero golpe. En esas equivocaciones de elegir bien a quien va a ocupar altos cargos políticos, a Zaplana se le hizo presidente de la Generalitat valenciana y ministro de trabajo. En puridad «pusieron a la zorra a guardar gallinas».