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Creo que nadie sabe con certeza por qué hoy en día los tomates no tienen sabor. Vas, pongo por caso, a un supermercado y te encuentras tomates francamente bonitos, de los que te entran por los ojos, pero qué desilusión cuando en casa descubres que no tienen sabor. Son un verdadero trampantojo; al ojo se le puede engañar, a las papilas gustativas ya no es tan fácil. Y al final uno acaba por desistir de picar una ensalada con tomate dado que hoy en día son completamente neutros en lo tocante a sabores. Sin embargo nunca habíamos tenido tomates a lo largo de todo el año ni tampoco de tantas clases.

Ahora los encuentras diminutos casi como aceitunas, o gigantes tanto como ambas manos juntas. Los hay de color verde, de color lila, de color prácticamente negro y los hay de un rojo esplendoroso pero ninguno sabe como sabían aquellos tomates de hace unos años atrás. ¡Y las patatas! Lo de las patatas es otra historia. Antes comprabas unas patatas y punto pelota. Servían para preparar cualquier tipo de plato: patatas al horno, en ensaladilla, fritas, de cualquier forma. Hoy en día vas al súper y como primera providencia te encuentras letreros que dicen: «patatas para cocer» o «patatas para horno» o «patatas para freír». Antes era suficiente con que te encontrases patatas. Ahora va usted y fríe unas patatas que a medida que se van friendo empiezan por ponerse marrones y acaban por estar muy marrones por fuera y medio crudas por dentro.

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No se le ocurra a usted hacer con este tipo de patatas una tortilla, ya le garantizo que esa tortilla va a ser incomible. Lástima de huevos y aceite porque es mejor echarla al cubo de la basura. ¿Pero qué puñetas pasa ahora con las patatas? Pero eso no es todo. El otro día leía un artículo donde su autor ponía el grito en el cielo respecto al perfume de las rosas. ¡No fotem tu! ¿Las rosas también? Pues mire usted, sí. Ahora las rosas ya no huelen como olían. Hemos llegado a esta extraña situación donde las rosas ya no huelen, las patatas se ponen marrones al freírlas y además tienen mal sabor, los tomates son una verdadera pena… ya solo nos falta que los gallos nos nazcan sin cresta. Creo que deberíamos hacérnoslo mirar. Algo estamos haciendo extremedamente mal. Cualquier día al paso que vamos nos «buscaremos la puchinga» y no nos la encontraremos.

Para saber lo que estamos haciendo mal hace falta liberarnos de egoísmos y dejar que la naturaleza no sea manipulada por gente sin alma que solo busca la manera de llenarse la buchaca lo más posible y cuanto antes aunque al final la quiebra puede ser inmensa pues en algunos casos estamos volviendo a las puertas de Atapuerca.