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El día que aprendamos a evitar muchas cosas y sobre todo a muchos, estaremos a punto de alcanzar la felicidad, digo a punto porque así como andan las cosas es casi imposible alcanzarla al máximo, pero les aseguro que lograríamos una aproximación bastante aceptable. Porque en el fondo es lo que todos desean pero amigos, estamos rodeados de tantísimos puñeteros roedores que en lo único que piensan es ponernos impedimentos para que no alcancemos nuestras metas. Yo procuro no comer determinados alimentos no porque sean insanos, que también los hay, sino porque estamos sometidos al mandato de consumirlos querámoslo o no, con la pueril excusa de «primero pruébelo y luego ya me dirá».

Miren, yo por ejemplo no tomo langostinos para mojarlos en salsa mahonesa y por las dos siguientes razones. Hay quienes los mojan en ella, dan bocado y repiten bañando el resto, con lo cual ellos se quedan divinos de haberse conocido pero para el resto de comensales nos han dejado sus asquerosas babas. La segunda es que la salsa mahonesa, bajo los calores veraniegos, si no se vigila bien su corta conservación puede darte un buen susto. Si hay que mojar hagámoslo en otras salsas o a pelo, que ya vendrán otros tiempos con menos riesgos.

A ciertas personas les pasa lo mismo que a estas salsas, aunque el peligro de su consumo, su trato, puede acabar en verdaderas enfermedades sicológicas  que yo diría mucho más difíciles de tratar y curar. Vayamos despidiéndonos de todo lo tóxico que nos rodea, seamos nosotros mismos y disfrutemos de lo que realmente nos hace crecer. Todo lo demás son pamplinas y pérdida de tiempo.