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Nunca llegaremos a saber la verdad del caso, entre otras cosas porque el presunto autor de los hechos está muerto y, por ende, no podrá ser juzgado y en el mayor de los casos, la pena que se le impondría siempre será menor que el castigo de la muerte. Se supone, y así será por los siglos de los siglos, que Juan Fortuny de Pedro es el presunto autor del asesinato, el mismo día, de su pareja y también de su exmujer. Imagina la policía, que celebró el doble crimen suicidándose, el muy mamón.

No habrá juicio y quedará siempre en el aire la verdad de los hechos mientras la única verdad que reinará será la de los fallecidos y sus hijos huérfanos. Pero en este caso, el drama es más paradójico en tanto en cuanto, Juan era un excomisario de la Policía Nacional, un tipo que llegó a lo más alto en el cuerpo, hasta convertirse en el número dos de la Nacional en Catalunya atesorando varias condecoraciones, aplausos y honores entre sus compañeros tras su jubilación.

No quiero imaginarme la angustia de sus víctimas cuando aún estaban vivas al pensar que todos las tomarían por histéricas si se quejaban de su querido Juan. Un pieza, por lo visto. Quién iba a creerlas si eran la pareja de un poli ejemplar. Ahora proponen retirarle los méritos policiales. Pero como no habrá juicio, será inocente hasta la eternidad. Será un asesino condecorado.