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Según un informe publicado el jueves por el Banco Mundial (BM), 108 economías en desarrollo seguían estancadas en «la trampa del ingreso medio» al cierre de 2023. La trampa del ingreso medio se refiere a que muchos países avanzan rápidamente hasta alcanzar aproximadamente el 10 % de la renta per cápita de EEUU y después su proceso de convergencia se estanca. Esta cuestión preocupa al organismo, pues el mencionado grupo de países estancados en el ingreso medio, que incluye a colosos como China, Brasil, India o Sudáfrica, engloba al 75 % de la población mundial y representa el 40 % de la actividad económica global.

El BM cree que estos países necesitan un «paquete integral de políticas de estabilización y reforma para desencadenar una aceleración de la inversión». Estoy de acuerdo con que la inversión es importante. Ahora bien, tengo la impresión de que el BM se ha quedado sin ideas. Esta propuesta no es, ni mucho menos, nueva. También soy escéptico sobre la idea de que la inversión per se cura todas las enfermedades. Después de la Segunda Guerra Mundial, los organismos multilaterales, liderados por el BM, prometieron a los países pobres un rápido crecimiento a través de la inversión financiada con apoyo financiero externo. Pero hoy sabemos que, pese a los enormes paquetes de inversión, estos países no han convergido ni en renta ni en bienestar social.

El principal problema de los países en desarrollo no está relacionado con la falta de inversión, sino con la balanza de pagos. Por lo general, muchos de estos países tienen escasez de divisas porque incurren en déficits comerciales permanentemente. Esto se debe a unos términos de intercambio desfavorables (importan bienes de equipo, tecnología, petróleo; y exportan principalmente productos agrícolas y materias primas). Para cubrir esos déficits comerciales se ven forzados a pedir préstamos en moneda extranjera (dólares, euros) y, como en los mercados financieros no les prestan o lo hacen a tipos de interés muy altos, han de tomar prestado de instituciones multilaterales como el FMI y el BM. Aunque estos organismos les prestan y a tipos de interés bajos, les imponen condiciones, típicamente destinadas a controlar sus déficits públicos y comerciales. El problema es que la implementación de tales medidas conlleva una disminución de la demanda agregada, lo que termina desencadenando una recesión económica (véanse los recientes casos de Pakistán o Sri Lanka).

Acelerar la inversión, como recomienda el BM, contribuye a agravar esta situación, ya que en estos países el aumento del gasto en inversión conlleva un incremento considerable de las importaciones. Esto ocurre porque los países en desarrollo no tienen capacidad para producir bienes de capital. Los países en desarrollo necesitan crear una industria nacional capaz de suministrar los bienes necesarios para que la nación funcione. En su gran mayoría, estos países tienen problemas de balanza de pagos como resultado de sus propias políticas y decisiones erróneas; no se trata de eximirlos de toda responsabilidad. Pero el problema se agrava cuando contraen deuda extranjera y esto crea una bola de nieve. Las industrias nacionales que estos países necesitan crear para romper este círculo vicioso deberían poder tanto abastecer el mercado nacional como exportar para ingresar dólares con los que pagar las importaciones necesarias. Esta es la esencia del concepto de desarrollo, y lo que todos los países desarrollados hicieron en su momento.