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Ves un melancólico documental sobre la publicidad de tu infancia. En esa época las muñecas de Famosa se dirigían al portal. Y, con nostalgia, contemplas a ese «negrito del África Tropical que cantaba la canción del Cola-Cao» o ese Bic que era naranja o de cristal.

Y, de repente, surge un spot de un conde al que se le incendia la casa. Una voz le pregunta qué tres cosas salvaría antes de salir corriendo. Él responde que una de ellas sería su té Hornimans. Personalizaste la interrogante… ¿Qué tres cosas son básicas en tu vida? Y supiste que, y en conocida frase, no eran cosas… Pero, puestos a jugar, optaste por tres objetos. Ninguno de valor crematístico… Tal vez deberíamos inquirirnos todos qué tres cosas salvaríamos en tesitura parecida…

¿Qué salvaguardaría usted? ¡Pregúnteselo! Y se llevará    probablemente una sorpresa… Posiblemente esa reflexión os ayudaría    a salvaros… A ser mejores… En tu caso no era una cartilla bancaria, ni una tele, ni ese wifi que, cuando te falla, te deja con el culo al aire, ni…

Tenían, sin embargo, las tres, algo en común: había mucho amor en ellas. El mismo amor que anhelo puedan experimentar, alguna vez, quienes dirigen el mundo: Trump, Putin, Maduro y cuantos matan por acción u omisión, los que dañan a inocentes, esos matarifes que, desde el poder,    se piensan  eternos. Que reflexionen sobre eso, sobre la interrogante del anuncio. ¿Qué tres cosas?

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¿Qué tres cosas preservaríais, dirigentes de un orbe mancillado, de vuestra vida? ¿Qué os podréis llevar a la tumba? ¿Vuestro efímero mando? ¿Vuestra riqueza obtenida a tenor de los cuerpos que habéis sajado desde la placidez de un despacho? ¿Vuestras ideologías mal vividas? ¿Qué? Dejaréis, a lo sumo, un triste recuerdo en seis líneas de un libro de texto…

Quizás deambuléis por Washington en un coche de alta gama, puede que tengáis el más sofisticado de los GPS. Pero el mejor GPS es la conciencia, la que os dirige hacia el bien y os da a entender que vuestro imperio    convendría que se sustentara, forzosamente, en el amor, en el justo reparto de la riqueza, en… En conocidos versos de Jorge Manrique: «que allegados son iguales/ los que viven por sus manos/ y los ricos». La muerte acaba siendo, siempre, la democracia perfecta.

La que sí legará poso será gente normal que hizo de su existencia, dignidad. Como ese policía en Canarias que acunaba a un recién nacido migrante. Ese que protagonizó una foto que dio la vuelta al mundo. Por cierto: no creo que ese bebé fuera –como sostienen algunos racistas de pro- un violador o un delincuente. La vana excusa eterna para oponerse a la solidaridad. Como si en vuestro país no existieran hombres y mujeres nacionales delinquiendo. Y algunos con traje o carísimo perfume de Dior… En una tumba no cabe la Plaza Roja de Moscú, ni los hoteles de Trump, ni las papeletas maltratadas de Maduro… Pues eso…

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P.S.- A Zaca, que conjugó el arte del dibujo con    la capacidad de síntesis y la exquisita amabilidad de sus críticas. Y a Antonio y a Josep, que os hacían posible recibir diariamente su talento. Un inmenso abrazo y ¡enhorabuena!