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¿Cómo están queridos lectores? Espero que con la capacidad de sorpresa intacta. Si nos siguen sorprendiendo cosas es que aún estamos vivitos y coleando. Cuando se llega al punto de estar de vuelta de todo, y por tanto la capacidad de sorpresa es nula, la vida empieza a ser menos vida, se hace depresiva como un lunes lluvioso, se hace oscura como la capa de Darth Vader, se hace espesa como un puré de cemento, se vuelve más triste que el «Yesterday» de los Beatles, pierde toda la chispa como una cerveza sin alcohol. En definitiva, sorprendernos nos genera dopamina y adrenalina y eso nos da la vida.

Y la sorpresa puede ser para bien y para mal. Si es para bien perfecto, pero incluso aunque sea para mal tiene su aliciente. Una sorpresa negativa genera rabia, y esa rabia bien encauzada es un potente motor de actuación, ojo porque es un monstruo que nos puede devorar, pero controlada ayuda a arrancar. Vamos con un ejemplo después del punto y seguido. Cuando uno piensa que ningún cargo con responsabilidad y proyección mediática puede decir una gilipollez aún mayor, llega la presidenta de la Federación Hotelera de Mallorca, María Frontera, y pide que los residentes reduzcamos los viajes en coche privado como medida de colaboración para luchar contra la masificación turística. Inspiren, expiren y pasen al párrafo siguiente.

Ya ven ustedes, los residentes molestamos. Debemos salir de nuestras casas, los que tenemos la suerte de tener una de las pocas que no han comprado los grandes contenedores, solo para limpiar las habitaciones de los hoteles, tirar las cañas, limpiar las playas, tocar algún instrumento para que bailen los turistas, cocinar para el visitante, patronear el yate para que ellos se tiren al sol en cubierta, repartir mercancías, atender las cajas de los comercios donde tengan a bien comprar, o vestirnos con trajes regionales para que se crean que este decorado, en el que quieren convertir Menorca, parezca una isla auténtica.

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Así que ya saben vecinos de isla, salgan lo justo de casa, hablen bajito, ni se les ocurra ir a la playa, es más, si no está usted en el sector servicios o en la hostelería váyase de la Isla a cualquier rincón del planeta donde no moleste, si no, la señora Frontera se va a enfadar más que si nos ponemos debajo de los balcones donde algunos turistas, sobre todo en su isla, practican el popular deporte de salto a la piscina directamente desde la habitación del hotel.

Eso sí, en cuanto pase la temporada turística, todos de vuelta a casa, a pagar los impuestos que hagan falta para crearles a los empresarios del sector turístico las infraestructuras que necesiten para seguir llenándose los bolsillos cual tíos Gilitos, y soltando las migajas para que el populacho se compre un iphone a plazos y así se distraiga. Por cierto, hay que levantar unos buenos muros ya alrededor de los puertos deportivos y de los hoteles de lujo para tapar la cantidad de tiendas de campaña que se está montado la gente para poder dormir bajo un techo, aunque sea de lona. Hoy terminamos así de crudo. Lúpulo y feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com