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Perder unas elecciones para algunos puede significar ir directamente a la oficina de empleo. Fíjense en ERC, al abandonar el Gobierno catalán, afronta la pérdida de 330 cargos, y no estamos refiriéndonos a un partido de ámbito nacional.

Algunos partidos políticos están siempre con el corazón en un puño nada más ver las urnas que entre otras cosas, son las que dan o quitan cargos.    Algunos llevan 35 años mamando de la teta del estado, razón    por la que trabajar de político, no es igual hacerlo en un partido consolidado que en otro por consolidar.   

A    pesar de los vaivenes políticos, cuando menos se espera aflora una nueva formación electoral, como ahora en las Elecciones Europeas, el SALF, cuyo líder es Luis Pérez Fernández, de 34 años.    La verdad es que, original sí que es, incluso en el nombre, porque se hacer llamar «Se acabó la fiesta», y como estreno me llama profundamente la atención que tuvieran 800.000 votos, dicen que quieren convertir su agrupación electoral en un partido político.   

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Debe ser cosa de la mente, pero me viene a la memoria lo de Rosa Díez e Inés Arrimadas.    Iban como cohetes y acabaron como petardos falleros.    Me decía un nota, que a qué viene lo de otra formación política, es como si dijéramos «que éramos pocos y parió la abuela». Por si todo fuera poco, el personaje de Alvise, dicen quiénes lo saben, que tiene un puñado de procesos judiciales por difundir bulos y noticias falsas, que entre otras rémoras, es justo lo que nos sobra.   

Sin conocer a fondo su programa, ha recogido 800.000 votos, eso demuestra por lo menos dos cosas: la primera que hay miles de votantes hartos de los políticos convencionales y la segunda, y más preocupante, el escaso valor que se da al voto para dárselo al primero que llega, sin saber por dónde se va al Parlamento Europeo, y, ¿eso es malo? Pues mire usted, no sé, aunque para mí muy buena pinta no tiene. Y, ¿eso es bueno? Pues podría ser si sirve para que algunos que llevan más de 35 años chupando del bote del Estado se lo piensen un poco.

En el oficio de la política, se dan situaciones que deberían ser para hacérselo mirar.    El caso de ofrecer a un partido catalán una financiación específica si apoyan a Salvador Illa, dicho más en puridad, a eso se le llama hacer «un Romanones a lo grande».    También lo pueden ver de otra manera, situándolo como un mercadillo de los cargos políticos a golpe de talonario, que como ustedes pueden pensar, sale del bolsillo del contribuyente.    Me viene a la memoria la frase de un niño que conocí que un día acertó a decir «con la ayuda de un vecino mató mi padre al cochino».   

Todo eso sería más o menos aceptable si en este país autonómico hubiera una sola Autonomía, pero siendo tantas como son y todas ellas necesitadas de financiación, no se puede favorecer solo a las Autonomías beligerantes, porque parece el tributo que utiliza el gobierno de turno para su propio fin y de paso silenciar bocas.    Esa forma de hacer política será todo lo legal que se quiera, pero lleva aparejado el descontento de aquellos otros que no tienen acceso a la ubre gubernamental.