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Ni señalizados ni en situación regular a través de convenios con la Administración, pero utilizados durante años por miles y miles de vehículos para estacionar y acceder a algunas de las mejores y más turísticas playas de Menorca. Así están un puñado de aparcamientos de dimensiones considerables, algunos de los más conocidos los de Cala en Porter y Son Bou, que han sido noticia en la última semana por el rebote mayúsculo y por sorpresa del propietario del primero, que descargó 40 toneladas de rocas para impedir el acceso al solar, y por la amenaza más o menos velada de los dueños de las parcelas de SonBou de que podrían seguir el mismo camino.

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El hecho de que haya terrenos inhabilitados para otros usos, que estén en el campo o cerca de un acantilado no significa que sean suelo de nadie, pero la costumbre y la necesidad, con cada vez más coches que se van abriendo hueco y aparcando allá donde pueden, terminan por convertirse en ley. Son Parc, Sant Tomàs y Cala Mitjana son otras playas conocidas en las que se aparca en terrenos privados. Normalmente, si los propietarios tienen un negocio vinculado a la afluencia de visitantes, son los primeros interesados en que se pueda aparcar, por lo que no es probable que cunda el ejemplo de lo sucedido en Alaior. Sin embargo, es cierto que surgen dudas en cuanto a la responsabilidad civil y a quién le correspondería responder de cualquier desgracia en una tierra sin ley por la que circulan a diario miles de vehículos. Este limbo de las zonas pedregosas de aparcamiento en las que nada se respeta debe terminar. El Consell se propone rescatar el plan de 2014 para regular los parkings en rústico y los ayuntamientos han empezado a plantear sus necesidades. El documento es necesario, pero no para dar pie a que los coches invadan cada vez más espacios naturales, sino para poner orden en los parkings ya existentes, que se puedan controlar y no se expandan por arcenes y caminos.