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Necesito procesar las últimas noticias sobre la política turística. Estoy muy pendiente de una reforma de la Ley de Turismo de la que muy poco está trascendiendo en lo que son los aspectos más técnicos y normativos. Materia que explico y que siempre intento conectar a lo que me cuentan amigos y exalumnos que se dedican diaria e intensamente al sector. Por desgracia, el único que sustenta nuestra economía ya que estas islas han perdido todo su potencial industrial y agrícola (y dudo que la culpa deba atribuirse a la primacía turística). Vivimos en la expectativa y en la sensación y ello resulta absolutamente contraproducente. Es cierto que estamos en una encrucijada y que podemos morir de éxito, pero no debemos olvidar aquellas décadas en las que lo hacíamos de hambre y fuimos una tierra de valerosos inmigrantes.

Desprovistos de esa capacidad de sacrificio y trabajo, el turismo es la opción más cómoda pero que tanto nos desalienta (en menor medida a los octogenarios poblers que lucharon jornadas interminables al sol). Lo he dicho en otras ocasiones, no entendemos lo que nos da que comer y me temo que tampoco sabemos gestionarlo. El problema es global y la necesidad de viajar reside en cualquiera de nosotros (no queremos turistas pero sí ir sin restricciones a todos sitios). Lo he experimentado en Milán y en algunas poblaciones del Lago de Como donde he quedado cansado de los turistas, las colas y la ineficiencia de los operadores para gestionar sus empresas. En fin, allí he pensado que era un mallorquín cansado de turistas y turismo, tanto como los medios y periodistas empeñados en recordarnos lo que planteó mi admirada habitante de El Terreno: esto es un paraíso que tenemos que soportar. Será otra temporada de bandera y no podremos pararlo porque se necesitan buenos gestores y menos políticos con sus hordas de periodistas, palmeros y asesores que incentivan la demagogia. Determinadas cantidades y previsiones generan cierto vértigo, pero deben entenderse como un reto y para ello tenemos tecnología, conocimiento y fortaleza para poder planificar un éxito que se sustenta en la exuberancia de estas islas y en el valor de nuestro sector privado. De eso no me cabe ninguna duda y opino que el origen del problema es el que no se cuenta y por ello acrecentamos la turismofobia por muy cierto que sea que soportar cinco cruceros el mismo día es algo brutal. Llevamos años sin consensuar el largo plazo, fundamentado en el ADN de cada isla. Ese ADN que busco entender en tantísimos libros sobre Mallorca y su cultura que me legó mi padre y cuya ausencia cumple hoy ocho años aunque ese domingo, quince de mayo, siempre será un ayer hasta que llegue mi traspaso. Morir de éxito, morir, nos exige saber vivir.