Catalanes
Cuando uno es tímido, está lleno de complejos e inseguridades y tiene infinitas más dudas que certezas se hace difícil comprender según qué tipo de personalidades mesiánicas que, en la lejanía, solo parecen ridículos engreídos con ansias de poder. Es el caso de Carles Puigdemont, un hombre gris aupado a lo más alto -si el pequeño trono de una pequeña región en la pequeña Europa puede considerarse algo elevado- por mor de las circunstancias que ahora habla como si fuera uno de los dioses del Olimpo sin cuya intervención nuestras vidas carecieran de sentido. Este hombrecito ejerció como presidente de la Generalitat catalana durante dos años. Tiempo que aprovechó para presionar al Estado de una forma nunca vista antes, lo que le ha costado el puesto y, por poco, la pérdida de su libertad. Prefirió huir porque, en su megalomanía delirante, considera que él sigue siendo el president y sin su participación en la vida pública Catalunya está perdida.
También en Opinión
- El autor del intento de atropello a una mujer en el polígono de Sant Lluís queda en libertad
- Grandes propietarios engordan su lista de casas vacías en Menorca: cuántas hay y dónde
- El Govern toma la iniciativa en Cala en Porter para sacar el agua que impide usar toda la playa
- «Hay mucha gente desesperada con dolor crónico que puede caer en manos de sinvergüenzas»
- Así son los diez paneles informativos que el Consell instalará en las carreteras de Menorca