Se habrán percatado no sin inquietud que de algunos meses a esta parte ya no sabemos qué es o no constitucional, ni qué es terrorismos y qué no. No distinguimos lo legal de lo ilegal y lo legítimo de lo ilegítimo (hasta el Gobierno es ilegítimo), y puesto que tampoco sabemos quién manda, es cada vez más difícil distinguir el bien del mal. Este fenómeno provoca grandes colisiones institucionales, grietas en el tejido del espacio-tiempo y el ordenamiento jurídico, choques de legitimidades a nivel europeo, rebelión en el Senado, naves ardiendo más allá de Orión (en Madrid, precisamente) y, en definitiva, un cisco fenomenal. Mueves un pie y te pones fuera de la ley, o viceversa, porque quién sabe a estas alturas dónde están los límites, muy borrosos a causa del frotamiento y la palabrería. Por lo que se escucha en los noticiarios y los informativos, ni siquiera sabemos qué es delito y qué actividad política, lo que equivale a no saber nada. Los más sensatos insisten en que no cunda el pánico, y que en estas confusiones y colisiones lo mejor es no opinar, y que sea lo que digan los expertos, los tribunales, los fiscales. Los que saben. Ellos dictaminarán si algo es constitucional, o si es terrorismo, así como si hay corrupción o mera gestión.
Grandes colisiones institucionales
23/03/24 4:00
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