Me pregunto cuántos se han lucrado obscenamente con aquella necesidad social de las mascarillas donde al parecer hubo quien relacionó mascarilla y euro fácil. Cuando hablo de euros me refiero a miles de euros cuando no a millones. Las mascarillas activaron el afán de amasar una fortuna sin esfuerzo, simplemente utilizando el teléfono o reuniéndose con quienes podían facilitar este tipo de mercantilismo doloso. Esa afición viene de antiguo. Quevedo ya reflejó en el Buscón esa «afición» tan española. Por cierto, esa fue la única novela del célebre autor publicada en 1626. Claro que por aquellos años los «buscones» no se reunían como ahora en marisquerías a degustar langostinos de Sanlúcar, percebe gallego o nécoras de Moaña (Pontevedra) acompañando al marisco con un fino alvariño, qué menos.
Las mascarillas han hecho aflorar lamberones1 de toda grey que por adulación o vaya usted a saber, se han procurado la vecindad de quien les podría poner en el camino de la riqueza fácil. ¿Qué para eso hay que defraudar a la hacienda pública? ¡Bueno y qué! Una vez que se huelen los billetes de 500 euros algunos se vuelven locos, peor que el personaje del Buscón de Quevedo. Mientras tanto hay personas que dicen, amparados tras el cargo que ocupan, que «hay algo turbio de todos los poderes del Estado contra mi novio». Pues no sé señora. Lo que ya me parece como de ciencia ficción es la afirmación de que es hacienda quien le debe 600.000 euros a su pareja. Quiero pensar que se refiere al dinero de multa ya pagada por los hechos investigados de no tributar entre 2020 y 2021 como afirman los que lo han investigado basándose en el expediente de los inspectores de hacienda. Al menos así se ha publicado.
El Buscón de Quevedo ya demostró en sus correrías por Alcalá de Henares, Madrid, Toledo o Sevilla que entre la gente de su manada el que no corría, volaba y que el más tonto hacía relojes. Dos frases que 398 años después no han perdido vigencia.
Quienes hemos triscado largamente por esos montes de dios, aprendimos que una herida sangrante en zona de lobos puede ser muy peligrosa porque el lobo huele la sangre a kilómetros y el lobo sabe que una herida siempre es sinónimo de debilidad. Los lamberones que están a la que salta siempre dispuestos a llenarse los bolsillos con dinero abundante y fácil, también les llegan los efluvios del euro como al lobo la sangre.
Alguien equivocado acuñó las frases de que en España «no cabía un chorizo más» o «que no había pan para tanto chorizo». Desde que se publicó «El Buscón», como ya dije los años que han pasado, es que no hemos parado en nuestra producción de «chorizos» que se suelen basar para llevar a cabo sus tropelías en ser consumados lamberones. Lo demás viene por añadidura, sobre todo cuando consiguen la aproximación tentadora de «que dios les ha puesto donde haya». Del «trinque» ya se cuidan ellos y con ser tantos los buscones estoy por asegurar que no están todos los que son; no hay más que abrir un telediario o dar una ojeada a la presa diaria para descubrir que no resulta fácil hacer un listado del choriceo hispano.
1 El diccionario de autoridades dice que lamberón es voz antigua... en ese sentido lo recoge Moliner y lo cita Corominas (se dice del adulador por antonomasia).