Como dijo el replicante Roy Batty de «Blade Runner»: «Yo he visto cosas que no creeríais». O sea, parece mentira que pase lo que pasa. Y no hace falta ser un replicante para quedarse estupefacto. Son noticias reales y corrientes, siempre que uno se crea lo que sale en los medios de comunicación o se fije en lo que ocurre a su alrededor. El mundo no es un cuento de hadas, ya lo sabemos: los lugares idílicos siempre quedan muy lejos y tampoco podemos pedirle peras a Koldo.
Búscate un chollo, tipo asesor de Sánchez y no se te ocurra hacerte opositor a Putin, o puedes acabar peor que un pandillero en manos de Bukele, el salvador de El Salvador. ¿Conseguiremos evitar que la democracia caiga en desgracia? Porque si no espabilamos, estamos apañados. Aquí, el consenso constitucional duró todo lo que pudo, en un país cainita lleno de resentimientos y propenso a los ajustes de cuentas. Nos estamos disgregando.
Más preocupante que los malos, es el silencio y la inhibición de los buenos. ¿Cómo? ¿Que no hay buenos y malos? Bueno, la terminología ha mutado pero el resultado permanece. El totalitarismo puede cambiar de bando, pero sigue siendo el mismo. Gente incapaz de convivir en libertad y de respetar al prójimo, siempre la ha habido y la habrá. Pero a medida que caen las barreras de contención, la barbarie se dispara. Y quejarse por todo lo que nos sobrepasa, puede recordarnos a las famosas lágrimas bajo la lluvia de «Blade Runner».