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Con el auge de las IA queda claro que, si algo necesitan nuestros alumnos no es la Inteligencia Artificial, sino cultivar y desarrollar la propia. Este es un debate que se ha generado juntamente con las «nuevas» e «innovadoras» metodologías educativas que los pseudogurús del mundo didáctico venden a los docentes como la luz al final del camino. Antes de la llegada de la pedagogía mercantil, presenciábamos en las aulas a compañeros que estudiaban en conjunto, compartían dudas y se explicaban mutuamente los contenidos o términos a asimilar. Ahora, nos tropezamos con la apatía, la desazón y el aburrimiento provocados por la infantilización de la educación. Tengo alumnos –y no tienen por qué ser Altas Capacidades– que me piden nuevos retos, más información, artículos para ampliar el contenido o una novela más complicada para la lectura semestral.

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Este neolenguaje constituye una distorsión de las políticas educativas radicales de ciertos sectores políticos. ¿No resulta evidente que la Flipped Classroom (Clase Invertida), donde los estudiantes utilizan el tiempo en clase para actividades interactivas, discusiones y aplicaciones prácticas, ya estaba inventada? O la Metodología Montessori: ¿antes los profesores no enfatizaban el aprendizaje autodirigido, la exploración y el desarrollo de habilidades sociales y emocionales? O el Aprendizaje Basado en Competencias: ¿antes no se promovía la aplicación práctica de lo aprendido? ¿Y qué me dicen de la Gamificación Educativa? ¿Anteriormente no se usaban juegos y actividades lúdicas para motivar y enseñar conceptos? O la Pedagogía Dialogante: ¿antes no se basaban en el diálogo y la participación activa de los estudiantes? ¿Y qué hay del Aprendizaje Colaborativo? ¿Los estudiantes no trabajaban en grupos para resolver problemas y desarrollar proyectos? O el Design Thinking: ¿antes no se enfocaba en la resolución creativa de problemas, espoleando la ideación? O el Aprendizaje Basado en Retos: ¿los estudiantes no abordaban desafíos y problemas reales, promoviendo el pensamiento crítico? O, incluso, el Peer Instruction: ¿los estudiantes no enseñaban y aprendían entre ellos?

Estoy convencido de que nada de lo que les he contado les resulta nuevo. La mayoría de estas metodologías ya se implantaban desde hace tiempo. Pero algunos dirigentes políticos quieren una sociedad de masas, el «hombre-masa» del que hablaba Ortega y Gasset: un tipo corriente, sin aspiraciones ni objetivos. Dejémonos de reformulaciones y pasemos a la acción, que ya está todo inventado.