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Al final resultará que Vox se ha roto antes que España. La situación extrema a la que ha llegado la extrema derecha muestra lo fácil que sube el suflé de los partidos de aluvión y lo rápido que se desinfla al menor problema o ambición personal. Pase lo que pase en esta crisis, incluso aunque finalmente se llegue a un acuerdo que devuelva la situación al segundo previo a la implosión del pasado lunes, Vox es un cadáver, un zombie político que se arrastrará durante estos tres años por los pasillos del Parlament intentando atrapar al PP y a Marga Prohens para conseguir que pasen con ellos al lado oscuro de la fuerza. Durante los primeros momentos de esta crisis, los críticos pretránsfugas estuvieron a punto de lograr su objetivo, ese pase al lado oscuro, porque los halcones del PP estaban dispuestos a votar en blanco para que Idoia Ribas fuera la presidenta del Parlament, pero han intervenido las palomas y con ellas parece haber llegado la calma.

La crisis de Vox, que tiene mucho de factor humano, salpica a Marga Prohens, por mucho que desde el Consolat de la Mar se hayan hecho todos los esfuerzos posibles para mirar hacia otro lado y hacer ver que esto no les afecta. Sí les afecta. Y mucho. Si los dos sectores de Vox firman una tregua definitiva –la paz es misión imposible, ni siquiera con la intervención del general, que además está siendo uno de los más belicosos en esta implosión– la presidenta tendrá que sobrellevar una legislatura que hace aún más débil su mayoría parlamentaria porque su socio también está mucho más débil. ¿Qué garantías tiene en cada votación de que Los Siete no vuelvan a ser Los Cinco? La conclusión es que el PP se hace más fuerte y el Govern, más débil, así que el empequeñecimiento de Vox es una buena noticia para la presidenta del PP, Marga Prohens, pero es un problema y una muy mala noticia para la presidenta del Govern, Marga Prohens.   

Si Vox se rompe finalmente, la presidenta tendrá que hacer equilibrios infinitos para sacar adelante sus propuestas, negociando a dos bandas, incluida la del sector crítico, que en ese momento, será ya un grupo de diputados tránsfugas; si Vox no se rompe y se firma esa frágil paz interna, la presidenta quedará al albur caprichoso de un partido que ya ha demostrado cómo se las gasta y qué es capaz de hacer para conseguir sus objetivos.

Aún hay que esperar para ver cómo se resuelve la crisis, pero el tiempo apremia porque el informe de los letrados puede que se conozca esta misma semana y habrá que tomar una decisión sobre si se hace efectivo el escrito de expulsión de    Gabriel Le Senne y de Patricia de las Heras. Si la ruptura es total y se desencadena una guerra entre los dos bandos, el PP está obligado a buscar una paz institucional que salve al Parlament de la zozobra. Ante una guerra presidencial entre los dos bandos de Vox, el PP debería dar un paso adelante y presentar un candidato a la Presidència del Parlament aún a costa de que esa zozobra pase del Parlament al Govern.