Necesitamos ampliar la mirada y observar la naturaleza porque... ¡somos naturaleza! El bosque es una creación perfecta de red de vida, de diversidad, una sociedad naturalmente solidaria y sostenible, de simbiosis, de encuentros y alianzas, donde cada ser es imprescindible para proteger el equilibrio de la tierra. La naturaleza está basada en un modelo fundamental de cooperación e interdependencia.
Para amar una cosa de verdad es preciso entenderla y quizá por ello hoy en día los científicos estudian de una forma mucho más profunda el mundo vegetal, desde las plantas hasta los árboles.
En 2005, el científico botánico Stefano Mancuso fundó un laboratorio de neurología vegetal, con sedes en todo el mundo. Estudian las plantas desde un punto de vista especial: como seres cognitivos. ¿Qué son capaces de hacer las plantas y cómo lo hacen?
Las plantas viven y crecen en nuestro planeta desde hace 450 millones de años, pero lo hacen de forma diferente a la vida animal. Al ser seres inmóviles pensamos que son incapaces de sentir nada, pero tras décadas de investigación se ha demostrado que son capaces de sentir y percibir el mundo aunque de una forma muy diferente a la nuestra. Nuestra respuesta natural ante los peligros, suele ser la huida, la planta no lo puede hacer por lo que la observación y la percepción de su entorno tiene una magnitud mucho mayor que la nuestra. Perciben a grandes distancias cosas como campos electromagnéticos, los gradientes químicos, los patógenos, la presencia de los átomos de nitrógeno, por lo que pueden saber con mucha antelación que algo está cambiando y pueden modificar su fisiología y su anatomía. Si no hay agua o nutrientes, la planta detiene su crecimiento y reduce sus dimensiones.
En un trabajo recientemente publicado en la revista Plant Science, investigadores de la Universidad de Valladolid y de la Misión Biológica de Galicia (CSIC) han descrito por primera vez cómo una especie de hongo es capaz de realizar una «comunicación por cable» vegetal entre plantas vecinas, cuando una de ellas es atacada por un patógeno en sus hojas.
En este mismo sentido, el experimento de un grupo de biólogos moleculares japoneses también ha demostrado que las plantas tienen la capacidad de comunicarse entre ellas. Modificaron genéticamente unas plantas para que, cuando el calcio circulara por sus células en grandes proporciones, se iluminara la zona afectada. Cada vez que un depredador – un herbívoro – mordía alguna de las plantas, avisaba a las demás plantas y éstas se contraían. Este vídeo de diez segundos difundido por Science Alert muestra a una de esas plantas hablando con sus vecinas: https://www.youtube.com/watch?v=wJ0SgwWG 1q4
Las plantas no están diseñadas como nosotros, y por ello no podemos comprenderlas. Una planta ve, respira, siente y razona con todo el cuerpo porque las funciones están extendidas y aunque son menos eficientes tienen una resistencia y una robustez inimaginable para nosotros. A una planta se le puede extirpar el 80% de su volumen y seguirá viviendo.
Los científicos también han comprobado que las plantas aprenden y tienen memoria, llegando a mantenerla más de 2 meses, algo extraordinario ya que la de los insectos solo dura 24 horas.
También se sabe que las plantas llevan a cabo un cuidado parental en el que participa toda la comunidad. Desde que la semilla cae en la tierra hasta que se desarrolla la planta, la comunidad la observa y la ayuda.
Las plantas no pueden oír o escuchar de la misma forma que nosotros ya que no tienen un aparato auditivo ni un sistema nervioso que dé sentido a los sonidos, pero parece que tienen capacidades ultrasensoriales mediante las que pueden sentir vibraciones, es decir, pueden oír en un rango de frecuencias que estarían dentro del espectro audible para los humanos, como ocurre con la ecolocalización.
Mancuso está convencido de que las capacidades de las plantas podrían ayudarnos y aportarnos soluciones ante el calentamiento global. Deberíamos imaginar ciudades completamente cubiertas de plantas, lo que sería fundamental en la lucha contra este problema. Además, se sabe que la contaminación ambiental es la primera causa de muerte en las ciudades y que las plantas cumplen un papel imprescindible, ya que junto a los suelos absorben actualmente el 30% del CO2 emitido por las actividades humanas cada año.
Y todavía hay más, contemplar las plantas puede mejorar nuestro estado de salud. Un estudio extraordinario demostró que observar las plantas desde la habitación de un hospital es suficiente para que la cantidad de ingesta de analgésicos disminuya, el estado de ánimo mejore y el tiempo de hospitalización pueda recortase hasta un 30%. Concretamente, se observó que en la recuperación de una fractura de fémur, una de las más comunes a partir de cierta edad, la presencia de plantas en la habitación donde la gente se recupera es suficiente para recortar la hospitalización hasta un 40%.
Se habla mucho de la «medicina forestal», y es que utilizando electrodos de medida, se observa que si se dejan personas con estrés en un bosque, en la selva, o en un lugar con muchas plantas, en muy poco tiempo disminuye el estrés. En sus recetas, los médicos de Japón, además de los medicamentos, piden a sus pacientes que pasen una hora cada dos días en un bosque como parte de su tratamiento.
Otra de las interacciones que se han comprobado de las plantas es que su presencia en las aulas afecta directamente a las capacidades cognitivas.
La casa de mis padres siempre estuvo llena de plantas y mi casa responde a ese maravilloso legado. Las cuido, y mientras las observo tengo claro que es un error utilizar el símil de «estar en estado vegetativo» para expresar que se está desconectado del entorno. En el momento que se estudian las plantas se abre un mundo maravilloso. ¡Pongamos plantas por todos lados!