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Pues ya ven, unos contamos los mililitros de champú y estrujamos camisetas en la maletita, para irnos de viaje con el billete más barato posible, y otros van sobrados y se llevan hasta los cantos rodados de las playas. Poco a poco, turista a turista, la última cifra de material geológico expoliado del medio natural de Menorca, entre arena, piedrecitas y ya que estamos, por qué no, algunos fósiles, es sorprendente: una tonelada, 1.038 kilogramos que han sido detectados en los arcos de seguridad del aeropuerto este año. Con la cantidad de gente que pasa por la isla en un solo verano la práctica de llevarse trozos del paisaje como souvenir nos puede dejar pelados, es un deterioro lento y silencioso pero seguro.

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El Consell ha ofrecido datos de las arenas, rocas y piedras requisadas en los últimos años y que, gracias a la colaboración con el aeropuerto y con un programa de Mestral, son retornados a las zonas geológicas de donde son originarias. Las cifras son llamativas, en 2015 se requisaron 2.086 kilogramos y en 2021, primer verano después del estado de alarma por la pandemia, se detectaron casi cuatro toneladas, 3.904 kilogramos; hubo furor por atesorar playas en un bote. Llevarse piedras o rocas características de un lugar se comenta incluso en foros de aficionados a los minerales, ¿cómo hago para que no lo detecte el escáner?, y ahí se aconsejan estratagemas entre ellos. El problema se da en muchos destinos turísticos, en espacios naturales pero también en monumentos. Después algunos de esos ‘recuerdos' se vuelven un negocio y se venden en internet, por lo que la práctica no era tan inofensiva ni inocente.

En Cerdeña las multas por llevarse su arena blanca pueden ser de miles de euros e incluso hay penas de cárcel si se extraen grandes cantidades; me pregunto qué consecuencias afrontan los viajeros a los que se les detectan estos elementos en la maleta en Menorca, si les escuece el bolsillo o se van de rositas y hasta la próxima.