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Ha llegado el momento del diputado estratégico por Balears a raíz de las negociaciones que dice emprender Pedro Sánchez para atar los votos necesarios para su investidura durante el mes de plazo que se ha anunciado, un margen por cierto que en el caso de Núñez Feijóo era una «pérdida de tiempo». Ya no lo es aunque persista el convencimiento de que Sánchez lo tiene todo atado y bien atado.

La categoría de estratégico se la autoconcedió Vicenç Vidal, el candidato de Més integrado en el partido de extrema izquierda Sumar, en la cresta de la ola de la euforia que se apoderó del soberanismo insular por los resultados de las elecciones generales de julio. Por vez primera en la historia, decían, una voz autóctona en el Congreso de los Diputados. En un contexto en el que cada voto será imprescindible para el objetivo único de Sánchez de continuar en la Moncloa, Vidal tiene la ocasión de su vida para exigir una «agenda balear» a cambio de su apoyo: Régimen Económico y Fiscal balear; condonación de la deuda; transferencias de más competencia e inversiones, carreteras, tren, tranvía. Ha comenzado la subasta y todos, excepto quizá Bildu que ya parece tener bajo la mesa sus aspiraciones amarradas, plantan sus exigencias a Sánchez en la representación teatral en desarrollo. Si hasta Yolanda Díaz, so pena de provocar la carcajada, afirma que los acuerdos no están cerrados. Igual los canarios, el PNV y la carrera entre ERC y Junts por ver qué partido se queda con el santo y seña del independentismo. Todos los focos se orientan hacia Puigdemont. Se olvida sin embargo que Pablo Iglesias ya provocó una repetición electoral y sus actuales cinco votos en la coalición Sumar son tan imprescindibles como entonces, con el requerimiento de la cartera ministerial de Igualdad de nuevo para Irene Montero.

La gran operación de manipulación emprendida por el sanchismo pretende la normalización de la amnistía utilizando como ‘liebre' el referéndum de autodeterminación. Los socialistas, de momento de boquilla, niegan el segundo y aceptan la primera aun sin nombrarla. Pedro Sánchez habla de «concordia y convivencia». Es mentira. Lógicamente nadie puede oponerse a tan bellos conceptos, pero no es ésa la finalidad, sino los catorce votos imprescindibles para su investidura. La amnistía es una aberración democrática. Supone aceptar el calificativo independentista de España como estado represor, deslegitima las instituciones, a la Corona, al poder judicial, al legislativo que redactó la Constitución y a los mismos ciudadanos que la aprobaron. Además del ridículo internacional.

Al diputado estratégico, por ese lado, ya le va bien. La independencia forma parte de su ideario. Y pocas esperanzas hay con los otros diputados del PSOE. Francina Armengol, la más conocida, vive, políticamente, por y para Pedro Sánchez, que con una mirada dirige sus decisiones. Y por lo que se refiere a Milena Herrera y Josep Mercadal, obedecerán sin rechistar los designios del líder. Al menos ante la indignidad no podrán ocultarse en el anonimato de la tribu y pondremos cara a sus nombres. Solo la creciente aversión social a la barbaridad de la amnistía, que no la disciplinada militancia sanchista, podrá detener a Pedro Sánchez y provocar la necesaria repetición de las elecciones.