La personalidad de una tierra se la da su historia y se la aporta su cultura. Esa cultura no se impone ni se crea en universidades ni, ya lo dijimos hace unas semanas en referencia a la lengua, en laboratorios ni en despachos, sino que la construye el pueblo en su día a día. Pretender fabricar hechos culturales al dente es una muestra de totalitarismo dirigido por intereses políticos. La lengua que utiliza un territorio concreto viene determinada y demostrada por la tradición histórica enriquecida constantemente por los nuevos ‘usos y costumbres' que la van adaptando a la nueva realidad social. Así ha ocurrido en nuestra isla con, entre otros particularismos, los llamados anglicismos y, también, con las castellanades. Ambas forman parte hoy de la personalidad menorquina real e indisoluble de la realidad social que la ampara.
La influencia británica en la isla durante el siglo XVIII fue determinante para la Menorca moderna preindustrial y para su inmediato y posterior desarrollo social y económico. Y esa influencia se sigue notando con el uso de los llamados anglicismos. Muchos menorquines quizás no se den cuenta pero en su vida diaria usan palabras que provienen del inglés, términos que se asentaron aquí por transmisión oral directa durante aquel citado siglo XVIII.
Cuando un menorquín pide una tiza, pide un xoc (del inglés chalk), cuando come sardina come pinxa (del inglés pilchard). Algunos menorquines viven en casas con boínder (del inglés bow-window) y tienen muebles fabricados con moguin (del inglés mahogany). También cocinan sus cazuelas al horno (es nostros perols as forn) que sirven acompañados de una salsa grevi (del inglés gravy). A otros les gusta la carne de xenc (del inglés shank). De postre suelen comer un born de dulces (del inglés board). ¡Ah, y para merendar por las tardes muchos aún comen un trozo de púding (del inglés pudding) de los que los mejores para mí son los de panses.
En el campo las vacas suelen comer enclova (del inglés clover) y los payeses las llaman con el grito de ocs (del inglés ox) y cuando se enfadan mucho se les llevan los dèvels (del inglés devil).
Cuando poca gente acude a un lugar determinado aquí decimos hi havia quatre jans i un boi (se llamaba jan (o jam) al soldado inglés del XVIII y boy por chico, claro). Cuando uno no tiene un duro solemos decir aquest no te un peni (del inglés penny). Cuando uno lleva una gorra aún decimos que duu un quep (del inglés cap). Hasta hace poco tiempo aún se utilizaba la palabra faitim (del inglés fighting) para dar un buen golpe a alguien.
Los chicos menorquines cuando se portan mal es normal que les den una becollada (del inglés black knock). Cuando se pelean o se caen y se dan un golpe en la cara llevan un ui (ull) blec (del inglés black). También juegan a mèrvels (del inglés marbles), cuyas palabras utilizadas para desarrollarlo son todas inglesas: tronxo, estop, plis, níquels,...! Ah, y los chicos siguen jugando a quic a amagar. También los carpinteros utilizan aún palabras inglesas: pènels, tornaescrús, escrèpels, bleckvernís,... Y muchísimas otras más que con el cambio de trabajos, costumbres y usos van desapareciendo. Lamentablemente. ¡Ah, y luego está la expresión menorquina por excelencia: el racial Idò que algunos defienden desciende del inglés I do.
Otra de las características populares actuales de la actual forma lingüística menorquina son las llamadas castellanades. Estas castellanades, que se siguen usando con profusión especialmente en Mahón, suelen ser traducciones ‘a lo bestia' de términos castellanos introducidos en la Isla a lo largo de más de setecientos años de relación directa con España. O bien a la inversa: términos menorquines adaptados al habla castellana.
Concretamente en Mahón (tradicional tierra de funcionarios y militares que fue) mucha gente mezcla las dos lenguas, castellano y menorquín, para evidenciar su vigencia y convivencia en la ciudad. Es una característica propia de Mahón, casi una seña de identidad. Y claro, las traducciones instantáneas proporcionan momentos jocosos como cuando, por ejemplo, un menorquín va fer sa festa y lo traducen como hizo la fiesta, o como cuando un menorquín dice va anar molt gros y se traduce como ‘fue muy grande', o como cuando un menorquín asegura que no me va fer es pes y se traduce por ‘no me hizo el peso'. O como cuando un menorquín advierte no faixis s'ase o encara rebràs...' se traduce por ‘no hagas el burro o aún recibirás'. Y mil traducciones más que algún día trataremos con mayor profundidad.
Todo son fórmulas que muestran la personalidad castiza de un pueblo, una evidencia que muestra la confluencia y la convivencia de dos lenguas en una misma sociedad.
Finalmente, y desde que somos súbditos de la ‘autonosuya', también convivimos de forma forzosa con las llamadas catalanades principalmente utilizadas en el entorno administrativo, mediático y en esas aulas cuya colonización han permitido y alentado tanto el PP como el PSOE. El pueblo llano no las usa pero se les hace creer que es ‘su lengua'. Una miserable intromisión en la vida de la gente sencilla. Pero eso ya lo trataremos otro día.
Notas:
1- Las críticas furibundas de los ultrafabrianos a los programas de fiestas redactados en menorquín demuestran los nervios que les convulsionan. Un aplauso para los sin complejos. We are Menorcans.
2- Amadeus, estimat, enguany cortones… «Que ladren cuando quieran y se aturdan con sus propias voces» (San Agustín). Una pallofa t'ajudarà.
3- «Si de lo que hablamos es de entes de derecho, resultado de una serie de pactos históricos cuyo resultado es la soberanía plena y legítima, no existen en la Península Ibérica más que tres nacionalidades, a saber: España, Portugal y Andorra» (Editorial de «El País», 1 de septiembre 1976). Hoy, 1 Sept. 2023: «El País» no dice lo mismo. Sad.
4- El 23 de septiembre los Rolling Stones publican su nuevo disco de estudio titulado: «Hackey Diamonds».
5- «Ya vienen los pescadores, se acerca la madrugada…». Buenas Fiestas de Mahón / Bones Festes de Mahó.