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Se preguntaba con ironía Josep Castells en el Parlament balear qué fino hilo unía transición ecológica, sectores productivos y memoria democrática en una conselleria del Govern Armengol. Solo la política es capaz de unir el tocino con las matemáticas y venderlo además como fórmula exitosa.       

Debe ser un fino hilo también el que une la indemnización con la subvención a Cesgarden, ese grupo turístico que los menorquines primero y el resto de españoles después patrocinamos con dinero público.   

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En aquellos años de presidencia del Consell de un probablemente inexperto todavía Marc Pons, torpe o mal aconsejado en el pleito urbanístico, cargamos con una indemnización de 30 millones cuyo pago hemos concluido hace dos años.    Ahora la ministra Reyes Maroto, la que dijo que el volcán de Cumbre Vieja era una atractivo turístico para la isla de La Palma, ha inyectado otros 18,6 millones a la hotelera mallorquina del fondo covid. El agasajo, que imagino justificado, llega cuando aquel presidente que habíamos despedido de la política en 2011 tras el fiasco millonario, ocupa un alto cargo en un Ministerio de Pedro Sánchez.             

Los hilos de la política forman telarañas de protección que premian al desvalido con nuevo cargo, más alto y mejor remunerado. Armengol recuperó para la política cuatro años después a un desahuciado Marc Pons, que hoy está en la federal socialista.

Si una diputada catalana, Laura Borràs, está a un paso de pisar el banquillo por prevaricación, malversación y fraude, la nombramos presidenta del Parlament. Y si el exconseller catalán de Interior Miquel Buch está acosado por sus propios mossos por el presunto empleo de fondos públicos para facilitar la huida de Puigdemont, se le nombra presidente de una empresa pública con un sueldo de más de 115.000 euros.