Hemos entrado en zona de turbulencias que se acentuarán las próximas semanas y acabarán impactando sobre las economías domésticas y con especial incidencia sobre las pymes.
Cuatro hechos resumen la situación: el alza de las materias primas pone en jaque la construcción; la escasez de suministros frena la actividad empresarial de Balears; la crisis de la energía dispara las alarmas a las puertas del invierno en Europa; y el alza de precios está ralentizando la economía española. Hay industrias que ya no pueden afrontar los sucesivos aumentos de la energía y han tenido que reducir su producción, como han hecho empresas químicas y de fertilizantes. En el sector de la construcción, una de cada cuatro empresas españolas se ha visto obligada a paralizar o bien retrasar alguna de sus obras por el incremento de los precios de las materias primas. Así, durante este año la madera se ha encarecido un 125 por ciento; la piedra un 68 por ciento, y el cobre, un 63 por ciento.
Si dirigimos la mirada al exterior, descubrimos que China ha paralizado parte de su producción y millones de ciudadanos conviven con los apagones. En el Reino Unido se repiten las colas en las gasolineras, como ya sucedió durante la crisis del petróleo de los años 70.
¿Y aquí, en Menorca? Se ven afectados el comercio, la construcción, la venta de automóviles y la restauración, con viviendas y coches que se entregan con cuatro meses de retraso; comercios que carecen de determinados productos; y aunque la mayoría ya han cerrado porque acabó la temporada, restaurantes que suprimen platos de sus cartas. Este escenario, que en nuestro caso se ve agravado por los sobrecostes de la insularidad, causará desabastecimiento, escalada de precios y encarecimiento de servicios. Los transportistas ya han anunciado que aumentarán los precios de reparto a principios del 2022. Demasiadas turbulencias.
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