El fundador y magnate de Amazon se dio ayer una vuelta por el espacio y nos lo han contado desde todos los frentes. No es precisamente un avance de la tecnología sino una exhibición de ricachones, con él viajaba un chaval de 18 años al que papá le ha pagado el viaje, 23 millones de dólares, por las buenas notas en sus estudios.
Unos días antes, Richard Branson, ocupante que fue hace unas décadas de la casa Venecia del puerto de Mahón, estrenó esa experiencia de turismo espacial. Porque en el fondo de lo que se trata es de poner en marcha un negocio galáctico y hay competencia entre los nuevos emperadores del mundo, los que llevan cartera en vez de corona.
La aventura de ayer sirvió para recordar también que Jeff Bezos es originario de Villafrechós, un pueblo pucelano de medio millar de habitantes. Allí nació su abuelo Salvador, que emigró a Cuba y en la isla caribeña donde todavía rige el «Patria o muerte» nació el padre de Jeff, quien en Texas se casó con una señora que a los 17 años ya había dado luz al hoy famoso Jeff. No tiene sangre española, solo el apellido que le dio el hombre que formó familia con su madre.
En Villafrechós no ha pasado desapercibida la trayectoria de un hombre hoy tan rico e influyente. Bezos pasó por allí unos días para conocer los orígenes de su padre y el alcalde le propuso invertir en un proyecto que sirviera para dar trabajo y frenar el imparable éxodo rural, pero pasa de la idea. Reconoce el origen paterno pero no tiene arraigo, su batalla está en el espacio, no en la tierra del secano.
Me recuerda a Albert Camus, que tampco sintió pasión alguna por sus orígenes. En sus referencias a la tierra de su abuela materna en «El primer hombre» hay más desprecio que simpatía. Lo que no quita que aquí como en Villafrechós haya orgullo por éxitos lejanos que evocan añoranza de paisanaje.