Una vez dejemos atrás la ola de contagios que ahora nos enturbia las perspectivas, quizás seamos capaces de ver un panorama más optimista. Durante la pandemia, ha crecido algo en Menorca que posiblemente ya está dando frutos. La Isla se ha puesto de moda. Lo percibes especialmente en personas de fuera que han llegado buscando otro estilo de vida, para crear un negocio o para disfrutar de unos días de vacaciones.
En parte es consecuencia de un proceso ajeno a los menorquines. La pandemia ha hecho descubrir que la calidad de vida en las grandes ciudades es peor que en zonas menos pobladas. Esa búsqueda de la seguridad, se incrementa en el caso de una isla y se multiplica cuando el destino es una tierra bien cuidada, amable por naturaleza, más o menos accesible.
Esa tendencia puede representar una oportunidad, de desarrollo económico más sostenible. Hoy explicamos como personas o familias de las capitales venden su casa allí para venirse a la Isla. O gente que quiere abrir un restaurante, cuando ha visto que con la pandemia la buena restauración, la de más de 40 euros por cubierto, ha sufrido mucho por las normas y muy poco por los clientes. O la construcción, que, de momento, vive de esta tendencia. Y las empresas auxiliares. Prueben de llamar a un fontanero o electricista a ver cuándo puede venir. O las empresas náuticas, que saben muy bien que quien tiene un barco siempre navega.
Hay una parte de la economía que ha soportado bien el ataque del virus y las restricciones. Muchas veces, los cambios llegan sin que se planifiquen. Y si no ves lo que viene, es imposible anticiparse. Por ejemplo, la avalancha de Sant Joan. Era fácil intuir lo que pasaría, pero fuimos incapaces de tomar ni la más pequeña decisión para prepararnos.
Quizás deberíamos prepararnos para soplar a favor del cambio que nos llega. Creo que la gran mayoría sabemos qué Isla nos gustaría para el futuro, a qué a puerto queremos llegar. Pero hay que preparar la travesía, aunque sea poc a poc.