Hay diferencias abismales entre un mal jefe y un buen líder. La primera es la capacidad que tienen uno y otro para gestionar situaciones complicadas. El buen líder actúa con ejemplo, mientras que el mal jefe impone su criterio al margen de que tenga razón, sea la mejor opción o provoque un alboroto absurdo. El buen líder no está por la labor de perder el tiempo mientras que el mal jefe, a menudo, no recuerda la última vez que su tiempo sirvió de algo.
El buen líder se desloma ante una situación que al común de los mortales nos vendría grande. Imagínate que el planeta se tambalea por la aparición de un virus que paraliza la actividad comercial al mismo ritmo frenético que dispara el número de fallecidos. Y que dibuja un escenario impensable hasta no hace tanto, que exige a los profesionales sanitarios tener que tomar decisiones que no son fáciles pero necesarias.
El líder, en lugar de desmoronarse ante una situación que desgastaría física, mental y emocionalmente a cualquiera, sigue remando pensando en el bien común e implicándose con un ejemplo encomiable. Es su trabajo, sí, pero no todos lo hacen. Y en lugar de pensar en el horario laboral antepone la necesidad de hacer frente a una situación crítica. Al mal jefe, por momentos, todavía se le espera en muchos sentidos.
Conozco mínimamente cuál ha sido la lucha del colectivo sanitario en la Isla contra la covid-19. Sobre todo, en las primeras semanas cuando la desesperación y la impotencia despuntaban porque la pandemia arrasaba sin compasión. El ejemplo, mayoritariamente, ha sido encomiable. Gran parte de ese personal decidió que, además de ser su trabajo, era su responsabilidad ofrecer su mejor versión. Otros aún no han empezado.
El esfuerzo encomiable que hizo la mayor parte del personal del Hospital Mateu Orfila y en especial del servicio de la Unidad de Cuidados Intensivos, además de otros centros, se ha visto ‘recompensado' por la gerencia y la dirección médica con el cese del médico que lideró al equipo en una lucha sin igual. En un momento en el que la sociedad necesita que los sanitarios estén más unidos que nunca, que se sientan valorados y queridos -¿te acuerdas cuando salías a aplaudir al balcón?- el mal jefe opta por tomar malas decisiones al margen de si es la correcta –el tiempo juzgará-, desde luego no es el momento.
Corre la sensación en nuestra sociedad de que cuando a alguien le dan un cargo automáticamente incorpora una especie de poder que convierte todas sus decisiones en correctas e incuestionables. Esta sería la segunda vacuna que tendríamos que buscar cuando encontremos la del virus. Quizás tendríamos menos jefes malos y más buenos líderes.
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