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Decía Stephen Hawking hace unos años que los esfuerzos por crear máquinas inteligentes representan una amenaza para la humanidad. «El desarrollo de una completa inteligencia artificial podría traducirse en el fin de la raza humana», fueron sus palabras, y el tiempo le está dando la razón, estamos cada vez más en manos de las máquinas.

Vueling lo acaba de demostrar, el culpable de que los precios del pasaje aéreo a Barcelona estén por las nubes es el algoritmo. Esa fue la respuesta oficial de la compañía que vuela en régimen de monopolio en la ruta con más pasajeros menorquines. Y se quedó tan ancha. Y hasta es probable que alguien se haya creído que son realmente las máquinas las que programan y fijan precios como resultado de las combinaciones matemáticas y de múltiples variables con un automatismo y agilidad inalcanzables para la mente humana.

Ha sido el último golpe de ingenio de Vueling, que ya no cala ante el listado de antecedentes que ha acumulado en veranos recientes. «Ni un día sin retrasos ni una semana sin cancelaciones» titulábamos hace dos años en estas páginas como muestra de lo que fue esa temporada.

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Lo peor no es lo del algoritmo, sino la actitud pusilánime de instituciones y de las organizaciones con voz que quedan en la Isla y que probablemente se han quedado afónicas al comprobar que nada han conseguido con los reproches a los amos de los cielos.

El Ministerio de Ábalos tampoco ha encontrado nunca abusos y su compromiso de monotorizar los precios inflados de los residentes, los que engordan las cuentas de Vueling a costa de las cuentas públicas, no ha dado resultados. O, si los hubiere, se desconocen, que es peor.

Al final, tanto las predicciones de Hawking como el agoritmo nos llevan realmente al pasado, se abusa del débil y del pequeño. El futuro es ayer.