Estatua del ángel caído en el parque del Retiro de Madrid.

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En los últimos años, el mes de marzo lo paso en Palma de Mallorca trabajando en la Universitat de les Iles Balears. Este año allí me pescó la pandemia y sigo en Palma disfrutando de esta oportunidad que me ha ofrecido la vida. No soy el primero en vivir desterrado en Mallorca, han habido muy ilustres personajes que pasaron destierro aquí, por ejemplo Don Gaspar Melchor de Jovellanos fue encerrado en esta isla no por la pandemia sino por Godoy. Después de unos meses en Palma puedo decir que vería difícil escoger mejor sitio para un destierro.

La ciudad, vacía de turistas en este momento, es preciosa, pasear por ella y sentarse a dibujar es un auténtico placer. El otro día mientras lo hacía me di cuenta del tiempo que hace que no me encuentro con el demonio. En Madrid, los fines de semana voy al Retiro. Entro siempre por la puerta del ángel caído y a unos pasos, cuesta arriba, está el monumento dedicado a él. No es común encontrar monumentos al diablo, pero el del Retiro tiene ademas una peculiaridad, está a 666 metros sobre el nivel del mar. Nada menos que 666, el número de la bestia según el Apocalipsis de Juan. Esto atrae periódicamente a los cultos satanistas que hacen allí algunas de sus ceremonias.

Estatua del ángel caído en el parque del Retiro de Madrid.
Estatua del ángel caído en el parque del Retiro de Madrid.

Cuando yo era un crío nos hablaban mucho del demonio y usaban múltiples nombres como Satanás, Lucifer, Belcebú, y yo me preguntaba cómo tenía tantos nombres este señor. Me gustaba el de Lucifer, un nombre atractivo que más tarde aprendí que en latín quiere decir «portador de luz.» Parecía un buen nombre y no me sonaba a algo malo sino todo lo contrario.

Con los años me pregunté de dónde venían esos nombres y entonces se volvió aún más interesante. Lucifer aparece en la vulgata al hacerse la traducción la parte del libro de Isaías que profetiza la caída de Babilonia. Allí la palabra que usa Isaías es más bien «estrella de la mañana» y con ella Isaías se refiere al malo, al rey de Babilonia, pero no al diablo. Viene a decir que el rey de Babilonia pretende ser «la estrella de la mañana» y dominar el cielo, pero cuando amanece y sale el sol, símbolo de Dios, su brillo desaparece. No es pues el nombre del diablo, pero es aun un nombre interesante.

La palabra Satanás aparece por primera vez en la Biblia en el libro de Job, pero no es el nombre de ninguna persona. Se refiere a la profesión de funcionario celeste con la misión de fiscal y esto es lo que el nombre quiere decir en hebreo, fiscal. De nuevo por su origen Satanás nada tiene que ver con el diablo.

El nombre Belcebú aparece en los tres evangelios sinópticos de Marcos, Mateo y Lucas y se refiere con este nombre al «príncipe de los demonios». Aquí sí estamos más cerca de encontrar algo. Pero el nombre realmente se deriva del nombre de una divinidad de la región cananéa-hugarítica. Ciertamente antes no lo usa la Biblia como tal. Por tanto tampoco está muy claro que sea el nombre del diablo. Con eso se me están agotando las posibilidades de encontrar su nombre.

Si alguien ha tenido la paciencia de leer hasta aquí, se estará preguntando ¿por qué diablos ese tío habla aquí del diablo? Pues sí, tengo una respuesta. Si me voy a temas de actualidad, por ejemplo el coronavirus yo ya estoy hasta la corona de este tema. Si me paso a la política, después de los espectáculos que hemos presenciado estas últimas semanas en el Congreso he de confesar que he cogido más simpatía al diablo que a los políticos. Es vergonzoso como se comportan muchos de ellos que hacen de todo menos preocuparse de lo que los ciudadanos, que pagan sus sueldos, necesitan. Si miro la situación en mi segunda patria, al otro lado del Atlántico, me pongo enfermo. Así que de todos me quedo con el diablo.

Dadas las circunstancias y volviendo a una de las oraciones que recitaba de niño, la cambio y digo: renuncio a los políticos a sus obras y a sus pompas y prometo servir a mi conciencia por siempre jamás.