En Son Bou se han cometido algunos de los errores más graves de la planificación urbanística de las últimas décadas. La operación esponjamiento del PTI para trasladar los proyectos hoteleros de Cesgarden y Princesa Son Bou hacia unas parcelas más interiores fue una grave equivocación, que ha salido muy cara para el Consell, unos 35 millones de euros. En estos dos casos, los terrenos no estaban en primera línea de mar y al menos el primero se ubicaba en una ladera dando continuidad a la zona ya edificada.
Sin embargo, los errores más graves, que siempre son los que perjudican al medio ambiente, al territorio y al paisaje, son anteriores y corresponden a los hoteles del Grupo Meliá. Las dos torres gemelas a pie de playa se contradicen con todo lo que Menorca quiere mostrar como destino turístico. Perseverar en los errores cuando Menorca no es la de hace 50 años no tendría justificación ante los ciudadanos.
Ahora, una vez decidido que no se va a conceder la licencia al Grupo Meliá para la reforma de los hoteles, se abre una gran oportunidad de enmendar una equivocación histórica y esto sí es una responsabilidad de los políticos, especialmente del Consell. La coincidencia con la revisión del PTI lo pone más fácil. Se ha creado un reto ineludible.
Quizás el debate se centre en si hay que permitir la edificación de las dos parcelas del mismo grupo hotelero, que fueron descalificadas por el PTI de mayo de 2003, a cambio de reducir las alturas de los hoteles y situarlas al mismo nivel que el resto de la urbanización, ampliando una franja de protección en primera línea.
Inicialmente Meliá parecía dispuesto a un acuerdo de este tipo. Después se decantó por una reforma como la que ha llevado a cabo en Cala Galdana. Habrá que explorar las opciones de acuerdo con la actitud de poder alcanzarlo. La historia más reciente parece confirmar el refrán de que es mejor un mal acuerdo (que puede ser bueno) que un buen pleito (que ya nos ha ido fatal).