Es lo que seguramente quiso decirle Rajoy a Iglesias en uno de los ya típicos y simpáticos trabalenguas del presidente. Tiene la extraña habilidad de sacar provecho de sus errores cuando habla o de sus silencios cuando espera. Que al líder de Podemos le va mejor que 835 cargos o ex cargos del PP estén imputados en 31 casos de corrupción puede ser un argumento político evidente, pero a la sociedad española no le va mejor porque se trata del partido que ha ganado las elecciones y que tiene la responsabilidad de gobernar.
La moción de censura no fue un debate inútil. Más allá de las formas, es importante que el Congreso trate del virus de la corrupción que infecta el poder político y que ello sirva, al menos, como inyección de una vacuna. Es verdad que cada uno jugaba la partida desde su situación interna y estrategia electoral y posiblemente a Pablo Iglesias le «pone» este objetivo, aprovechar la debilidad del PSOE para cobrar protagonismo como alternativa a los conservadores. Sin embargo, estos intereses no restan importancia al motivo de la censura, la corrupción que, como dicen sus mismos dirigentes, perjudica especialmente al PP.
En mi opinión, tal volumen de casos de corrupción, tiene una responsabilidad política evidente, que nunca se ha asumido. Como en los ERE de Andalucía que apartó a dos barones de peso, Chávez y Griñán, de la política.
Si la intención real de los partidos es que la corrupción deje de ser sistémica y se pueda asegurar sin ruborizarse que afecta solo a casos particulares, que han de responder ante la ley, hay que transmitir el compromiso con la honestidad continuamente. Y eso todavía no se ha conseguido. Así no será necesario parapetarse tras el muro y hacer piña con el argumentario. Y el presidente podrá decir que cuanto mejor, mejor.