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En algunos casos resultan curiosos los nombres con que restaurantes, mesones, bares y casas de comida bautizan sus recetas gastronómicas. En la mayoría de los casos, lo que en puridad se busca no es ilustrar al futuro cliente, más bien lo que se pretende es atraerlo y no pocas veces engatusarlo con una literatura entre lo poético y lo llamativo que incita a la curiosidad augurando que aquello tiene que estar bueno. En un restaurante de Toledo pedí unas «magras a caballo» porque lo leí en la carta del restaurante. Mi curiosidad gastronómica la he manejado un punto desordenada, lo que me ha dado almuerzos gloriosos unas veces y otras unos desengaños de no te menees. Lo de las magras a caballo resultó ser un filete de lomo de cerdo con un huevo frito encima. Cuando la camarera, disfrazada de toledana antigua, me plantó aquella cosa en la mesa exclamé: ¡no fotis, tu!

Una manía que les dio muy fuerte a nuestros restauradores hasta bien entrada la primera mitad del pasado siglo, fue poner en francés, alemán o inglés, pero sobre todo francés, los nombres de recetas españolas y hasta se complicaba la cosa cuando mezclaban un par de idiomas, organizándole al comensal la de dios es cristo. Les dejo algún ejemplo: carpa amb papillote, se trata de una receta francesa que la practicaban en la cocina interior, cerca de ríos y embalses que medio se entendía si no la habían mezclado con algo de francés, alemán o inglés, karpfen butteret paper. Becada ahumada, woodcock smoked (receta inglesa). Pero no vayan a creer por eso que la imaginación telúrica de algún paisano metido a cocinillas se queda atrás. Venía yo de Ciudad Real de ver una exposición de pintura (por cierto, vaya manera de perder el tiempo, mala de solemnidad, una cosa de esos autores que creen que pintar es embardunar un lienzo, en este caso concreto con cruces mal hechas, manchas allá donde cayeran y goterones escurridos más de una brocha que de un pincel). Como la andorga me pedía repostar, acerté a pasar a un restaurante de carretera donde estaban aparcados dos docenas mal contadas de camiones, cuyos conductores se mezclaban entre el resto de clientes. Y uno, que sobre ese oficio de la buena mesa va ya muy trabajado, se dijo buena señal, o hay una camarera muy guapa o tienen buena mesa o tienen los precios muy ajustados. Tenía las tres cosas, un bellezón sirviendo las mesas, una cocina francamente buena y un precio honrado. Así que cuando pude tomé asiento y pedí la carta. El plato aconsejado era «manos de concejal con garbanzos». Las manos de concejal era una mano de cerdo por ración con el resto de sus sacramentos, léase chorizo, morcilla y un trocito de tocineta más los garbanzos. Algunas recetas viene tan adornadas de fatua literatura gastronómica que cuando las veo, como ya estoy escarmentado, procuro no caer en tales embaucamientos. oeuf de poule sauvage avec des produits des champs. Total, que pides eso y te servirán un huevo con patatas.

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En cuanto a la fraseología de los vinos ya ni hablamos….bueno, sí que hablaremos pero eso será otro día, porque lo que suele ponerse en las etiquetas de las botellas de vino, es tan repetitivo, tan poco imaginativo y las más de las veces tan confundidor que bien merece la pena dedicarle al asunto por lo menos un artículo.