N os quedan pisos para rato, al menos en determinados municipios menorquines donde la alegría constructora precrisis se desbordó. El último estudio de la tasadora TINSA señala que hay excedente, más en Ciutadella que en Maó, y calcula que si ese stock está por debajo del 10 por ciento de vivienda nueva desocupada, el mercado podrá absorberlo en unos catorce meses. La media estadística para toda España amplía ese tiempo de ajuste entre demanda y oferta a dos años y medio, así que salvando las peculiaridades de cada zona, en general nos plantamos ya en 2018.
Más del 95 por ciento de esa vivienda nueva que se quedó sin vender está ya comercializándose, con un porcentaje mucho menor que queda en manos de los promotores iniciales. Es un dato a tener en cuenta ya que de las empresas que promovieron muchos de estos inmuebles que siguen en el mercado ya nada o poco queda. Muchas de las constructoras también desaparecieron, por lo que los clientes que se decidieron a comprar un piso en una promoción que ahora es fantasma se enfrentan a muchos problemas en situación de indefensión, y más si la propiedad ha pasado a manos de las entidades financieras.
Vaya usted a reclamar al banco malo o al bueno, el caso es que quien entró con toda su ilusión en una finca y ahora casi es el único en la escalera se debe hacer cargo de poner en marcha todo; y eso incluye el seguro del ascensor si quiere que funcione, la luz, el agua, boletines y certificados varios que son imprescindibles para que una vivienda sea habitable. Si eso estuviera resuelto, si las casas se entregaran en condiciones, los agentes inmobiliarios locales creen que la demanda de compra aumentaría. También la del alquiler posiblemente, si se pusieran en el mercado a un precio asequible. Es incomprensible que, muy al contrario, se prefiera optar por dejarlas así, inacabadas algunas, cerradas otras, pero todas al final, deteriorándose.