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Estoy triste, descompuesto y sin drogas. Aproveché el viaje a la India para enviarme desde allí un paquete con cocaína, anfetaminas, viagras, algunas armas semiautomáticas y rifles, cosas sencillas sin demasiadas extravagancias. Paseando por el mercado negro, que al contrario de lo que pueda parecer es muy colorido y alegre con gente muy amable y simpática, me encontré con una oferta de 2x1 en órganos humanos que no pude dejar escapar y me llevé unos cuantos corazones porque uno nunca sabe cuándo los va a necesitar. Lo embalé todo bien bonito y lo envié por Correos con la conciencia bien tranquila. No soy muy de estresarme, tampoco.

De vuelta a la Isla me las prometía felices esperando el paquete lleno de cosas malévolas hasta que el eficiente servicio de Aduanas me notificó que mi envío estaba embargado en Madrid a la espera de que cumpliera con algunos trámites burocráticos: una declaración jurada de que el paquete es mío, otra dejando constancia del contenido del bulto y su valor aproximado y otra asegurando que la persona que lo recibe, en este caso mi suegra, trabaja y por lo tanto no se va a beneficiar de posibles negocios a raíz del contenido en la caja.

Evidentemente todo esto te lo notifican por partes, no te lo dicen de una tacada porque la burocracia no permite esta eficiencia.

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Si todo lo que he explicado en el primer párrafo fuera o fuese cierto, entendería el follón y que los miembros y miembras de la Aduana me tengan echado el ojo, o incluso que me enviaran al GEO para detenerme por conspiración terrorista, tráfico de sustancias psicotrópicas o jugar a los médicos. Lo cierto es que en el paquete, que es del tamaño de una tostadora, hay dos juegos de especias, una alfombra, unos sobres de té, unos collares de flores de plástico, unas pulseras y un lienzo, en plan souvenir. Sumándolo todo no llega a los 50 euros de valor.

Como viajamos en plan mochilero, aprovechamos el envío para deshacernos de cosas que no íbamos a usar: una guía, una mosquitera y una toalla. Unos 40 euros de valor porque lo compramos en España. En total, unos 90 euros. Como lo lees. Un trabajador de Aduanas está perdiendo el tiempo con un paquete de risa mientras seguramente por delante de sus narices le pasan contenedores inmensos de mercancía con la que las tiendas chinas, por ejemplo, dinamitarán un poco más el ya de por sí herido comercio local.

Y te cuento todo esto porque si llego a saber el rollo que sería a lo mejor sí que lleno el paquete con lo que te comentaba al principio. No porque pensase liarla parda sino porque al menos nos echaríamos unas risas con todo esto. ¿Te imaginas la cara del aduanadero abriendo el paquete?